ZAPOTE, SAN JOSÉ. Más de 150 hombres y un par de mujeres realizan todo tipo de gestos y suertes para atraer la atención del toro. Ellos son toreros improvisados, pero no todos son iguales.
Entre la masa de atrevidos, hay un grupo que no acude al encuentro con los toros por diversión o por conseguir una anécdota digna de ser contada en una mesa de amigos. Para unos 50 improvisados, las corridas representan la oportunidad de tener un “aguinaldo”.
Según varios improvisados, los organizadores del evento y las televisoras que lo transmiten pagan entre ¢10.000 y ¢15.000 a los más experimentados, para que cumplan diferentes funciones dentro del redondel.
Renzo Retana, uno de los toreros que recibe remuneración, asegura que percibe durante las corridas de toros de Zapote unos ¢500.000.
Retana es uno de los seis capoteros del redondel. Ellos tienen a cargo rescatar a los compañeros que son embestidos por los animales.
Los limpiadores son otros que tienen pago. Su obligación es mantener los burladeros libres de obstáculos y llamarles la atención a los improvisados que se quedan frente a las barreras o llaman a los toros desde el callejón.
También, están los que usan disfraces de superhéroes o personajes de comedia. Ellos bailan en medio de la plaza o animan al público en las graderías.
Por último, hay improvisados con fama de arriesgados que reciben entre ¢5.000 y ¢15.000 por usar camisetas con el nombre de una empresa. La única condición es que deben estar, durante la corrida, lo más cerca posible del toro.
Jeudy Quirós, de 19 años, es uno de los que obtiene plata de un “patrocinador”. Por su habilidad en “driblar” a los animales, le dicen “la revelación del año”.
“A mí esto me gusta; no les tengo miedo a los toros y lo veo como un trabajo”, dijo el joven, quien el miércoles pasado lo levantó un toro y el golpe le dejó un dolor de espalda, aunque el impacto no lo ha alejado del ruedo.
“A uno lo contratan los organizadores; se llega a un acuerdo de palabra por unos ¢500.000 para todas las corridas; por lo general, pagan la mitad cuando se inician las corridas y la otra mitad cuando terminan”, comentó Retana, quien es oriundo de Tucurrique.
El resto del año, Retana se dedica a trabajar como electricista independiente.
William Vargas, de 39 años y capotero desde los 22 años, es consciente de lo que pone en riesgo la vida con su trabajo. En varias oportunidades, su esposa y sus hijos le han pedido que deje este oficio, pero afirma que es lo que sabe hacer.
“Si uno analiza este trabajo desde el punto de vista familiar, esto no vale la pena, porque la familia está primero que todo, pero este es mi trabajo”, dijo Vargas.
El torero, vecino de Turrialba, labora todos los meses en redondeles de diferentes partes del país. “Hay que decir las cosas claras: este trabajo es mal pagado en Zapote, en los pueblos a uno le pagan hasta ¢35.000 por cada corrida”, agregó Vargas.
Público. Este año, según el Consorcio Financio K-Coopecasa, encargado de las corridas, la asistencia de personas al redondel ha sido baja. Las entradas oscilan entre ¢10.000 y ¢20.000.
Orlando García, de Coopecasa, manifestó que el descenso de público es de un 30% si se compara con la temporada pasada.