“Tengo buenos vecinos. Si hay una necesidad todos se ayudan, pero no pasamos metidos en la casa del otro(...). Algunos sí son problemáticos; por eso, lo mejor es estar a puerta cerrada”.
Quien lo afirma es María Rosa Ruiz, una ama de casa de 74 años que vive en Puente Salas, en Barva de Heredia.
Al igual que ella, la mayoría de ticos dicen conocer y llevarse bien con sus vecinos, aunque, claro, guardan cierta distancia.
En una encuesta de la empresa Unimer para La Nación sobre convivencia en los barrios, el 65% de los consultados afirmó no tener mala relación con ninguno de sus colindantes en el barrio.
La cordialidad es más notoria entre los mayores de 50 años, quienes tienen educación universitaria y viven en zonas rurales.
El estudio recogió las opiniones de 1.200 personas en todo el país, quienes fueron entrevistadas entre el 4 y el 13 de junio de este año. Tiene un margen de error de 2,8 puntos porcentuales y una confiabilidad del 95%.
Ojo a la casa. La encuesta de Unimer refleja a un tico solidario y amable con quienes viven al lado.
Más de la mitad asegura que ocasionalmente se cuidan la casa e incluso un 29% afirma hacerlo con frecuencia.
Conversar sobre asuntos de la comunidad y regalarse comida es otra práctica que, al parecer, no desaparece del todo de los barrios y alamedas costarricenses.
Más del 50% de la muestra dice hacer ambas cosas en ocasiones y un 21%, con frecuencia.
Tales costumbres están mucho más arraigadas fuera de las ciudades y en las comunidades más rurales del país.
La tradición de prestarse cosas como ingredientes para la comida u otros bienes también sigue presente en las barriadas. Para el 44% de los entrevistados esta es una practica ocasional y un 19% lo hace con frecuencia.
Sin embargo, cuando de dinero se trata, a la mayoría se le olvida la camaradería y el desprendimiento, pues el 57% de los consultados asegura que nunca se presta plata con el vecino y solo un 36% dice hacerlo en forma ocasional.
Los disparadores. La paz vecinal en muchas ocasiones se sustenta en una especie de pacto de no agresión: no se meta conmigo y yo no me meto con usted.
No obstante, eso no significa que las familias estén contentas con quienes viven a su lado.
El ruido por la música a alto volumen, los juegos de fútbol y los saltos en patineta de niños y jóvenes en la calle son las principales causas de los pleitos vecinales.
Aunque no hay una estadística específica sobre estos casos, la Fuerza Pública ha establecido algunas tendencias gracias a los reportes recibidos por medio del servicio de emergencias 911.
Juan José Andrade, director de la Fuerza Pública, explicó que entre enero y agosto de 2012 atendieron 23.622 llamadas por líos generados por problemas de ruido. Esa cifra aumentó a 29.875 llamadas en el mismo período de 2013.
Por medio de la línea de emergencia también se atendieron 2.179 conflictos vecinales generados porque niños o adultos ocupaban las calles para jugar.
Dicha cantidad subió a 2.658 entre enero y agosto de este año.
Andrade explicó que en todos estos casos los oficiales de la Fuerza Pública se desplazan hasta el lugar e intentan mediar con los involucrados para lograr un acuerdo.
“Toda llamada al sistema de emergencia debe ser cerrada y eso implica que el caso debe ser resuelto y hacerlo constar en la bitácora”, comentó el funcionario.
Agregó que, ante el crecimiento de estos asuntos, se intensificó la capacitación de los jefes policiales.
No obstante, para la vecina de Puente Salas, María Rosa Ruiz, denunciar no es alternativa ante un mal vecino. Ella prefiere andarle de lejos a los “ problemáticos”.
“Cuando la gente es delicada, uno puede escuchar que están agrediendo a un niño o algo así y prefiere no meterse ni denunciar, porque se los echa encima y es peor”, alegó la mujer.