Las primeras horas del día son las principales aliadas de los vecinos del sur de San José, quienes han alterado sus rutinas para hacerle frente a la escasez de agua potable.
Las labores domésticas, el baño de los niños y la preparación del almuerzo se hacen temprano, pues, conforme pasan los minutos, es más probable que el suministro, de repente, se acabe.
En casas como la de Hania Naranjo, en el barrio los Olivos, San Sebastián, en un estañón se recoge el agua destinada a lavar los platos y cargar el tanque del servicio sanitario.
Ella cuenta que el agua se va a las 6 p. m., cuando ya ha tenido tiempo de hacer el trabajo de la casa. En otros lugares, como Hatillo, el corte es al mediodía y el líquido vuelve a la medianoche.
Días atrás, la situación era mucho más severa y la familia llegó a estar a secas hasta por 27 horas.
“Tuvimos que cerrar la calle, sin agua estuvimos casi un mes. Ya cuando la gente empezó a manifestarse, la situación mejoró bastante. Ya hoy no se sabe a qué hora la van a quitar, entonces prefiero estar preparada”, comentó.
Protestas similares a esa se reprodujeron en al menos cuatro ocasiones durante la semana pasada por vecinos de Paso Ancho, Sagrada Familia, Hatillo y San Sebastián, donde, en conjunto, residen 100.000 personas.
Por ese motivo, desde hace dos semanas, Acueductos y Alcantarillados (AyA) implementó un sistema de emergencia para garantizar al menos seis horas diarias de agua a los barrios afectados. El plan canaliza el flujo desde lugares que aún no están siendo afectados por la escasez.
Sergio Núñez, subgerente de la Gran Área Metropolitana de AyA, explicó que el bombeo ya da resultados positivos, y que se hace desde la Valencia (Heredia), Tres Ríos (La Unión) y Bello Horizonte (Escazú). En ese último lugar, la estrategia ha causado cortes de menos de seis horas.
Yamileth Astorga, presidenta ejecutiva de AyA, aclaró que barrio Cuba es el único lugar donde no se ha podido aliviar el faltante de líquido debido a que el terreno está al mismo nivel que los tanques de agua, lo que dificulta el flujo. Como medida provisional, se llevan camiones cisterna dos o tres veces a la semana.
Resignados. Mientras esperan que las lluvias se normalicen y que el servicio vuelva a ser el usual, los afectados optan por llenar baldes, ollas y lavadoras. Además, limitan el consumo durante las horas en las que no hay agua.
“Yo junto agua en un montón de baldes y hago el almuerzo temprano. Uno entiende que no hay agua del todo”, comentó Rosibel Morales, del barrio Quince de Setiembre, en Hatillo.
Su vecina, María Antonieta Araya, opta por regañar a quienes derrochan: “Uno los ve con la manguera abierta, entonces, voy a decirles que la cierren. Y sí hacen caso, porque a los dirigentes comunales ya nos conocen”.
““Hay que aprender a ahorrar. Ahorita nos llega un poquito aunque sea, pero va a llegar un día en que no tengamos ni eso. Usted puede vivir sin luz porque se alumbra con candelas, pero sin agua no”, agregó.
En Paso Ancho, don Euclides Álvarez aprovecha cuando hay agua para echarles a las flores.
“Eso sí, es reciclada, que había guardado antes”, aclaró.