Todos aplauden el proyecto pero la mayoría de vecinos de Coronado están hartos de las obras de alcantarillado sanitario que el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) realiza en ese cantón.
La protesta, confirmó este diario el viernes, va desde molestias por el barro y polvo instalado en cocheras, casas y carros hasta evidente enojo por calles semi-destruidas y la consecuente migración de clientes de comercios frente a los cuales van abriéndose las zanjas.
Eso sin mencionar gastos en adaptaciones constructivas en la viviendas para desviar la tubería del tanque séptico hacia la nueva red de cañería sanitaria.
Sin embargo, los trabajos son indispensables para ligar sectores residenciales y comerciales con la planta de tratamiento de aguas sanitarias de Los Tajos (en La Uruca) la cual removerá la carga orgánica –hasta 40%– de las aguas que hoy llegan a los ríos contaminadas con heces y orina, químicos y metales.
“El proyecto tiene su importancia pero nosotros, los vecinos, ahora tendríamos que empezar a romper de lado a lado la casa para conectar los tubos del tanque séptico a la toma de la red. Va a ser otro trastorno”, previó Johnny Vega, vecino de Dulce Nombre de Coronado.
Patricia Villalobos, otra vecina del lugar, lamentó la ruptura simultánea de muchas calles que, para ella, hacen “prácticamente” imposible moverse en carro por distintos sectores.
“Sabemos de la importancia del proyecto pero aquí en Coronado se hizo atropelladamente”, aseguró Fabio Quesada; un comerciante de la zona.
Quesada afirma que a los comercios se les han atropellado sus derechos al ver cerrado el paso de vehículos sin contemplarse compensación alguna por la escasez de clientes que por semanas dejan de pasar ante los negocios mientras avanzan las obras.
Sin embargo, no son los únicos afectados: los propios trabajadores también enfrentan reclamos y hasta insultos de los afectados.
Algunos trabajadores consultados aseguran que los vecinos en su gran mayoría son comprensivos y colaboran pero otros se comportan con hostilidad.
“Hay enojo. La calle está desecha pero esperamos que la dejen mejor que antes y en tres meses como dicen. Hay gastos y cierta incomodidad pero pasan”, comentó a su vez Gerardo Brenes Solís, con 40 años de vivir en Dulce Nombre.