Además de la Arquidiócesis de San José, primera en anunciar sus nuevos nombramientos y traslado de sacerdotes, las otras cinco diócesis también iniciaron ya sus cambios en las parroquias.
Aunque no existe una regla general sobre el tiempo que debe permanecer un sacerdote como párroco de una comunidad, generalmente son trasladados cada cinco años por dos razones: para dar paso a los nuevos ordenados y para ubicar a los existentes de acuerdo con sus inclinaciones vocacionales y las necesidades de las poblaciones.
"Yo considero que lo más prudente es hacer cambios cada cinco años, pero esto lo determina cada obispo; entra dentro de su prudencia pastoral", dijo monseñor Ignacio Trejos, de la diócesis de San Isidro de El General.
Para monseñor Francisco Ulloa, de la diócesis de Limón, los cambios son beneficiosos tanto para el presbítero como para la parroquia. "Si bien es cierto en cinco años un sacerdote puede hacer una buena labor, puede permanecer más tiempo si se considera que este aún puede dar más y el pueblo lo necesita", agregó.
La necesidad de dar cabida a los nuevos curas también es imperante. "En diciembre siempre se dan las ordenaciones y hay que acomodarlos, no siempre como párrocos pero sí como vicarios y, a su vez, quienes están en esos cargos pueden surgir como párrocos", explicó monseñor Rafael Barquero.
Para monseñor Héctor Morera, lo que se busca con los cambios de inicio de año es tanto el bienestar del pueblo como el de los curas. "Se busca el bienestar de las almas; es una unión. Se reubica al sacerdote donde este se realice mejor y, a su vez, la comunidad esté contenta", dijo.