Con café, a veces acompañado de bizcochos, largos debates y muchos apuntes. Así fue como seis expertos elaboraron un compendio de casi 100 “recetas” para atacar la ingobernabilidad del país.
En esencia, el grupo sugiere dar un giro en la relación entre el Congreso y el Gobierno.
Una sala de reuniones de la Junta Directiva del Banco Popular, en el corazón de la capital, fue sede de las citas que cada tarde de martes y jueves, durante siete meses, tuvo la Comisión de Notables.
La hora de inicio fue casi siempre puntual a las 4:30 p. m.; la de salida dependía de la intensidad del debate, la complejidad del tema o de la cantidad de datos por revisar.
El grupo estuvo integrado por especialistas de distintas materias y de diversas posiciones ideológicas que lograron complementar.
El abogado constitucionalista Manrique Jiménez, el historiador Vladimir de la Cruz, el exministro de Justicia Fabián Volio y el expresidente de la Caja y magistrado suplente Rodolfo Piza.
Completaban el grupo el politólogo y exdiputado Constantino Urcuyo y el expresidente de la Asamblea Legislativa, Francisco Antonio Pacheco, quien lo coordinaba.
Pacheco compartió con La Nación este sábado algunos de los intríngulis del proceso que dio pie al documento entregado el jueves a la presidenta Laura Chinchilla.
En el camino, narró, afloraron habilidades entre los integrantes del grupo que facilitaron la labor.
“Piza jugó un papel importante porque toma muy buenos apuntes y siempre tenía una inclinación hacia la eficacia. Decía: ‘bueno ya discutimos esto, ¿quién sí?, ¿quién no?’ (apoyaba la idea). Hacía tablas, las copiaba en la pizarra y a menudo le tomábamos fotos –esa es una de las grandes comodidades de la tecnología–, para luego revisar o repasar”, reveló Pacheco.
De la Cruz “hacía aportes históricos interesantes”, mientras Constantino Urcuyo, además de aportar su visión política, les llevó ricos bizcochos para el café, contó.
¿Tarea? No. Según Pacheco, nunca asumieron aquel encargo de Chinchilla como una tarea pues eran temas en los cuales todos habían pensado o con los cuales se involucraron, ya fuera como observadores de la vida del país, o participando directamente en algunos de ellos.
Ponerse de acuerdo tampoco fue un reto complicado, dijo. Él moderaba los debates, pero reconoce que no fue muy exigente en su labor. Sus intervenciones se limitaron a momentos en que ya las voces de unos y otros se confundían.
¿Quién hablaba más? “No sé qué dirán los demás, pero sí puedo decirle que yo, posiblemente, era el que hablaba menos”, contestó.
Para llegar a un documento con 97 recomendaciones, los notables empezaron con una especie de lluvia de ideas que luego revisaban, sintetizaban e iban puliendo.
Cada iniciativa intentaba responder a un problema país.
“Tuvimos mucho cuidado de que, cuando alguien tenía una idea y la planteaba sobre algo que debía hacerse en Costa Rica, siempre ligarla a un problema. Siempre decir: ‘Eso ¿a qué responde?’”, contó .
En su caso, acudía constantemente a la frase de un profesor universitario español que decía: “Esto ¿de qué mal cura?”.
Y, cuando surgían diferencias, porque las hubo, al punto de que algunas de las recomendaciones no fueron firmadas por los seis integrantes, apelaban a valores fundamentales que los unían por encima de sus diferencias ideológicas. Eso, dice, era la adhesión a los principios fundamentales del Estado social de derecho de Costa Rica.