Treinta y seis personas caminan, casi a diario, con bolsas de concreto al hombro, por un agreste trillo de un kilómetro, que está plagado de ascensos y descensos. El calor los sofoca y van en completa soledad.
Andan “con pies de plomo” sobre una tierra casi virgen, de las más custodiadas por normas y leyes para evitar su mínima modificación.
Levantar un proyecto hidroeléctrico en la Isla del Coco es un regreso a la época en que no había maquinaria pesada o vehículos especializados para construir.
Paso a paso, estos funcionarios de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL), dan forma al plan que alimentará el futuro centro de vigilancia en la isla y sustituirá la actual planta de diésel, por un sistema de generación de energía limpia con fuentes renovables.
La planta será de bajo impacto, con turbinas gemelas y potencia de 10,5 kilovatios. Con su puesta en acción, se evitará el consumo y trasiego a la isla de 96 galones de diésel por mes y de 40 estañones al año.
La CNFL se encarga de este, el proyecto hidroeléctrico del río Olivier, en bahía Chatham, desde enero de este año, que ya registra más del 10% de avance en construcción. Según sus cálculos, la obra estará lista en noviembre.
La iniciativa implica un desembolso de ¢600 millones por parte del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae). Es uno de los tres componentes con los que se pretende preservar mejor el Parque Nacional Isla del Coco. Están pendientes el centro de vigilancia y el radar.
Por etapas. En esta etapa, los profesionales y técnicos en construcción ingresan 650 sacos de concreto y materiales hacia las bodegas temporales y, de ahí, hasta el sitio del proyecto. Su objetivo es levantar la cámara de carga y el desarenador.
El plan se completará en 390 días con 4.250 sacos de concreto y tras jornadas laborales de 6 a. m. a 4 p. m. Luego de 25 días en la isla, los 36 funcionarios se toman ocho días libres para visitar a sus familias.
Pero a esta región solo es posible llegar en barco, por lo que deben destinarse tres días para ingresar y tres más para salir de ahí.
Alejandro Araya, encargado de Gestión Ambiental y Salud Ocupacional del proyecto, dijo que avanzan según el cronograma de trabajo y no han sufrido imprevistos.
“Este trabajo es complejo y delicado debido a la fragilidad de la isla; la legislación ambiental y las distintas políticas, que son muy estrictas. El trasiego de materiales se hace a hombro, a pie, sin maquinaria o vehículos. Además, el 85% de la topografía aquí es abrupta e irregular”, manifestó el funcionario.
Tras concluir con la cámara de carga y el desarenador, la CNFL debe completar otras tres obras.
Una de ellas es la construcción de la toma o presa, que se iniciará una vez generado un canal temporal de desvío del río hacia un costado. Los pasos restantes consisten en levantar la casa de máquinas e instalar la tubería de conducción.
Esta iniciativa fue declarada de interés público y surge de un convenio entre el Minae, la CNFL y el Instituto Costarricense de Electricidad. La Fundación Amigos de la Isla del Coco es aliada estratégica.
El ministro de Ambiente, René Castro, aseguró que el proyecto del radar arrancará en abril, luego de que la presidenta de la República, Laura Chinchilla, visite la isla.
Según el ministro, la construcción del radar estará a cargo de los mismos empleados de la CNFL que laboran en la zona y estará operando a principios del próximo año.
“El radar permitirá monitorear y ubicar las naves que incursionen para pesca ilegal. Hasta hoy no podemos tener las pruebas para un proceso ante los tribunales; no podemos comprobarlo”, dijo Castro.
Una vez concluido el radar, empezarán a operar todos los centros de vigilancia, dijo Castro.