Elizabeth Loría recuerda como si hubiera sido ayer la campaña nacional que se hizo en 1990 para recoger fondos y llevarla junto a su hijo, Marvin Murillo, a Estados Unidos.
En aquel entonces, Marvin tenía tres años y fue operado por cirujanos del Hospital Universitario de North Shore, en Nueva York, de un problema coronario que se le detectó al nacer: atresia de la válvula tricuspide.
Veintisiete años después, a este joven de Coyolar de Orotina se le está volviendo a cerrar el espacio de la cavidad coronaria que le operaron en EE.UU. y requiere una nueva cirugía.
Sin embargo, asegura su mamá, en el país no encuentra un cirujano de corazón que pueda seguir la evolución del problema de Marvin.
Para ella, esto complica el tratamiento quirúrgico del joven, quien volvió a padecer de dificultad respiratoria, por la falta de fuerza del corazón para bombear sangre.
Esta misma preocupación la comparte Krissia Vargas. Su hijo mayor, Christopher, nació con un ventrículo único en su corazón, hace 13 años.
En todo este tiempo, ha tenido que afrontar varias intervenciones quirúrgicas. La principal, la hizo una misión de cirujanos extranjeros en el Hospital Nacional de Niños.
Este adolescente, quien se encuentra en el límite de la edad para ser atendido en el Hospital de Niños, está en buena condición de salud, pero su estado podría variar conforme se aproxime a la edad adulta.
Es aquí donde Krissia Vargas se pregunta lo mismo que Elizabeth: ¿quién dará seguimiento a la evolución del problema congénito cuando Christopher vaya a un hospital de adultos?
Tendencia. La directora del Hospital Nacional de Niños, Olga Arguedas Arguedas, confirmó que la preocupación de estas madres es la misma que tienen los médicos de este centro.
Según dijo, el avance en los tratamientos ha permitido que los niños que nacen con males congénitos del corazón vivan más y superen la barrera de la adolescencia.
“Cardiólogos con capacidad de dar seguimiento a estos casos, sí tenemos. Donde no existe una experticia para intervenir lesiones residuales, o pacientes adultos con cardiopatías congénitas no detectadas en la infancia es en los cirujanos de corazón de adultos”, dijo Arguedas.
La médica aclaró que esta situación se presenta no solo con enfermedades congénitas del corazón, sino con todo un conjunto de problemas de nacimiento, cuyos niños están superando la expectativa de vida por los avances médicos.
En el caso de los males coronarios, y siguiendo las recomendaciones establecidas en el Programa Cardiovascular Pediátrico del hospital, se está coordinando un plan de entrenamiento a cirujanos del Hospital San Juan de Dios.
“Estamos entrenando cirujanos de corazón de adultos para abordar estos problemas del niño que se hace grande. Hemos tenido conversaciones con el San Juan de Dios, con respuesta muy positiva, y se están dando aproximaciones en las cuales el paciente adulto con cardiopatía congénita se opera en el San Juan, y nuestros cirujanos pediátricos ayudan en el abordaje anatómico de estos casos, que son complejos”, dijo Arguedas.
La presidenta de la Asociación Costarricense de Cardiología, Gabriela Castillo Chaves, sostiene que el país tiene capacidad para ver estos casos y que estos pacientes no están desprotegidos. Castillo aclaró que el reto es real, pero es el mismo que encaran otros sistemas de salud en el mundo.