Quepos. Mientras millones de personas tenían los ojos puestos en la fiesta mundialista de Brasil, en un pequeño pueblo ubicado a 30 kilómetros de Quepos, cientos de personas decidieron hacer su propio festejo futbolero el pasado viernes.
La comunidad de El Silencio, en Quepos, realizó un partido nocturno que ya se volvió tradicional. Pero no en cancha iluminada y con tacos adecuados, sino a la luz de la luna, alumbrados con focos y calzando botas de hule.
Esto como parte de la llamada Feria de la Gallina Criolla, que este año celebró su quinta edición en un intento de los lugareños para rescatar “los tiempos en que se comía gallina achiotada prácticamente todos los días”, explicó Juan Carlos Bejarano, del grupo organizador.
El partido de fútbol es parte de la agenda. Para participar la única regla era ponerse las botas de hule, llegar con un foco en la mano y mucha disposición para reírse.
“Lo más bonito de este juego es que nadie entrena ni nada. Es más, ni sabemos con quiénes vamos a jugar, porque cualquiera se apunta. Es un juego muy divertido y sano. Además, es facilísimo conseguir el uniforme que usamos, solo nos tenemos que poner las botas de trabajo”, resaltó Elberth Jiménez.
Jornada activa. Si bien la feria inició el pasado viernes desde las 10 a. m., el encuentro arrancó a las 7:40 p. m., cuando unos 10 ‘fiebres’ esperaban para empezar a rodar la pelota y cientos de espectadores hacían rueda para animarlos.
Ni la llovizna que ya caía hizo desistir a los apuntados mejengueros y así, sin más, arrancó el juego entre los equipos azul y rojo, aunque ninguno portaba esos colores.
A falta de un árbitro, uno de los jugadores gritó: “¡Empezamos!”.
Para los vecinos, la diversión está en ver a los “futbolistas” correr casi a ciegas tras la bola, aunque en ocasiones más bien quedaban encandilados por la luz de algún foco, oportunidad aprovechada por los rivales para hacerse con el esférico en medio de los gritos del público.
A los 30 minutos de juego, “los azules” anotaron el primer gol, celebrado por sus jugadores con un “baño” en el barro que ya se apoderaba del campo. Minutos después, un intenso aguacero obligó a terminar el partido.
Aunque el duelo se acabó ‘temprano’, la fiesta en El Silencio siguió hasta medianoche y todos quedaron con ganas de repetir.