Desde que inició su recorrido por las calles de San José, centros educativos y medios de comunicación, Solís fue protagonista de tumultos de sus seguidores, quienes se disputaban estar unos segundos con su candidato, al que muchos se atrevieron a llamar el “presi”.
Él respondió a cada una de las peticiones pues su consigna fue “disfrutar de la fiesta electoral”; por esta razón se concentró en vivir el momento sin preocuparse por los rumores que circulaban sobre los resultados. Ni el trajín de la jornada ni los empujones, ni el calor sofocante ni las preguntas incómodas de los periodistas alteraron el ánimo de Solís.
El candidato desayunó en su casa con su compañera Mercedes Peñas y con sus hijas Cristina, Mónica y Beatriz. También habló por teléfono con su hijo Ignacio, que está en los Estados Unidos.
Solís se dirigió luego a una misa en la catedral metropolitana. Al salir del templo se le unió una cimarrona que lo acompañó durante buena parte del recorrido.
Al ser las 9:50 a. m., el candidato emitió su voto en el Liceo de Curridabat. Era tal el bullicio que él mismo pidió a sus simpatizantes que hicieran silencio, como un “profe” cuando regaña a sus alumnos.
Hacia el final de la tarde, Solís se alistaba para esperar los resultados de aquel sunami.