El ceño fruncido de la expresidenta Laura Chinchilla, de pie ante la prensa, podía ser porque la encandilaba el sol del mediodía después de dos horas reunida con su sucesor, Luis Guillermo Solís; pero sus palabras dejaron claro que el humor de ella no era precisamente veraniego.
La reunión, solicitada por Solís como parte de sus rondas para impulsar una reforma fiscal, sirvió a la mandataria para sacarse una espinita de hace muchos meses, relacionada con críticas y cuestionamientos que el mandatario ha dirigido contra el gobierno que ella comandó entre el 2010 y el 2014.
Chinchilla, quien dejó “la finca encharralada” y quien permitió una serie de supuestas irregularidades, sin probar hasta ahora, como señaló Solís en el 2014, aprovechó el encuentro para expresarle “preocupación” como los que considera son señalamientos infundados.
Después le pidió ser riguroso y respetar a las fuerzas políticas opositoras. Hablaba con tono fuerte y ademanes rígidos, sin sonrisas ni relajar la frente ni siquiera cuando el ambiente soleado dio paso a un aguacero.
Así habló la expresidenta de pie junto a Solís en el umbral de su casa, en Santa Ana, durante los 30 minutos en que contaron lo que conversaron en los 120 minutos previos, o parte de lo que dialogaron.
Fue esta la primera vez que se vieron, 500 días después de que ella le cedió la banda presidencial, el 8 de mayo del 2014.
El encuentro tenía un objetivo para Luis Guillermo Solís: avanzar en el diálogo con sectores políticos para suavizar el terreno a sus planes de incremento de impuestos.
El apoyo lo tuvo de Chinchilla (“hay buenas condiciones”), como lo tuvo antes de los expresidentes Óscar Arias y Abel Pacheco, pero ella también tenía cosas qué decirle al mandatario.
Se las dijo, pero lo hizo marcándolas dentro de los factores favorables para abrir camino a los proyectos tributarios. “Hay algo que es de lógica básica. Si no hay respeto en la forma en que nos hablamos entre nosotros, es muy difícil generar confianza para crear un clima constructivo (...). Una cosa es no ser complaciente y otra cosa es la falta de rigurosidad”, sostuvo en referencia a uno de los tres factores convenientes para avanzar en el diálogo fiscal: el tono.
Los otros dos aspectos mencionados por ella fueron el liderazgo del presidente (“tiene que comprarse el pleito”) y señales que complazcan a quienes exigen más austeridad del Estado.
‘Con todo respeto’. “Ha faltado, con todo respeto, una estrategia clara y consistente en temas como empleo público, salarios y pensiones. Son elementos esenciales que muchos están demandando para poder seguir avanzando con las leyes de tipo tributario”, subrayó Chinchilla en alusión a planes de reforma del impuesto de renta y de ventas, con los cuales el Gobierno pretende unos ¢600.000 millones.
Chinchilla recordó que en su gobierno intentó frenar el déficit fiscal mediante una reforma que fue aprobada con el voto de 38 diputados, pero que después se estrelló contra la Sala Constitucional, pues los magistrados señalaron errores en el procedimiento y la anularon. “La Sala siempre ha sido un obstáculo en materia tributaria”, lamentó.
Después Chinchilla, según ella, hizo todo lo posible en su gobierno por vía administrativa para recortar gasto público, algo que no ve haya hecho Solís.
No tuvo problemas en pronunciarlo junto al presidente, escoltada por Luis Liberman, su exvicepresidente, y por Édgar Ayales, exministro de Hacienda.
El ministro de la Presidencia, Sergio Alfaro, y el ministro interino de Hacienda, José Francisco Pacheco, acompañaron a Solís, quien ante la prensa evitó entrar en contradicciones con su antecesora y anfitriona.
“Lo fundamental era trascender las diferencias políticas naturales entre dos gobiernos de diferente partido. Con mucha claridad y generosidad hemos sido capaces de ello. La conversación fue franca, como lo dijo la señora expresidenta, pero eso no evitó que fuera cordial y de gran respeto personal. Lo fundamental hoy es el país (...); nunca hemos sido mezquinos”, dijo en medio de los truenos que anunciaban lluvia.
Después escucharon un par de preguntas más de la prensa; todo sobre lo fiscal y la necesidad de evitar que el déficit llegue al 6% del producto interno bruto (PIB) y más bien reducirlo.
No trataron el tema de la Reforma Procesal Laboral, un proyecto polémico que involucró a ambos gobiernos y generó tensiones en torno al veto y a su retiro. “Eso ya va bien encaminado (en el Congreso)” , según Chinchilla.
Se había acabado el tiempo y el aguacero apenas permitía escuchar. Accedieron al saludo ante las cámaras. Alfaro bromeó algo con Liberman y ellos se despidieron de beso, sin mucha sonrisa.
“Muchos éxitos”, dijo Chinchilla a Solís y a sus ministros.