José Ignacio Torreblanca, politólogo y autor del libro Asaltar los cielos, que analiza el surgimiento en España del partido populista Podemos, afirma que este tipo de grupos se basan en el temor y en la creación de un enemigo común para obtener adeptos.
Durante una visita al país, la semana pasada, conversó con La Nación sobre el nacimiento de este fenómeno político, de las causas que defiende y a quiénes representa.
-¿Cómo describe usted un movimiento populista?
La etiqueta de populista tiene un valor distinto en el ámbito académico y teórico. Mientras en el debate público, normalmente es una etiqueta para descalificar al rival, en el mundo académico intentamos utilizarla de una forma empírica y decir que un movimiento populista es fundamentalmente aquel que pretende identificarse con una determinada idea de nación o de pueblo, pero, sobre todo, en la búsqueda de un enemigo común.
”En cierto sentido, es una patología que ocurre cuando fuerzas esa identificación y la sostienes sobre la confrontación con un enemigo, porque un pueblo requiere la existencia de un antipueblo, que es el que define los fines de esa colectividad.
”Ese intento por agrupar a todo el mundo bajo una sola cosa y definirlo en contra de otra, es lo que entendemos, desde la academia, como populismo”.
”Ha habido populismo de varios tipos, ha habido un populismo primero de los años 30, que rompió en fascismo y comunismo, ese si quieres es el populismo 1.0, el populismo más típico en Latinoamérica, posteriormente, es el populismo de derechas, basado en la idea de Dios, patria, nación, autoridad, familia, religiosidad, moralidad; y lo que hemos visto en los últimos años también en el contexto latinoamericano es un tercer tipo de populismo, el populismo 3.0, que viene por la izquierda.
”La izquierda radical nunca es mayoría, nunca gana elecciones por sí sola cuando se presenta como izquierda. Solo ha ganado en movimientos nacionales, revolucionarios, populares, cuando ha encontrado como anclar esa idea de izquierda en una idea de nación”.
-¿El fenómeno es totalmente independiente de ideologías?
En Europa, podríamos estar hablando ahora de un cuarto tipo de populismo, que es el populismo de dereha xenófobo, eurófobo también, que es estrictamente un populismo basado en la idea antigua de Dios, patria, religión y autoridad.
”Algunos de estos populismos, digamos xenófobos, asumen por ejemplo el papel de defensa de la mujer frente a las presiones del islamismo, o han asumido la defensa del matrimonio homosexual en contra del islamismo. Entonces, ese populismo islamófobo, eurófobo, es distinto también, porque intenta disfrazarse y decir que son los verdaderos defensores de una democracia liberal frente a todos sus enemigos que son el islam, los poderes financieros o el proceso de integración europea, y esos eran los países más ricos y con mayores tasas de empleo. Normalmente, hemos pensado que el populismo aparece cuando hay mucho desempleo, la gente es muy pobre y la sociedad está desestructurada.
”No es el caso. Vemos por ejemplo, en Francia, cómo muchos votantes que financiaban al Partido Comunista se hicieron populistas pasándose a la derecha xenófoba de Marine Le Pen (presidenta del Frente Nacional), lo cual no cuadra con lo que hemos visto de populismos anteriores”.
-¿Se fundan en el temor?
Los populistas se basan en el miedo, en el deseo de volver a un pasado idealizado. Es miedo al pasado, a lo distinto, el rechazo del inmigrante, es un movimiento globofóbico tanto por la izquierda como por la derecha.
-¿Estos movimientos creen en la democracia?
Creen en democracias fuertes, son demócratas porque creen que las mayorías tienen derechos a decidir irrestrictamente sobre todo. El problema no es que sean demócratas o no, son muy demócratas, están dispuestos a someterse a un juego electoral.
”Pero si ganan las elecciones, quieren reescribir las reglas del juego; consideran que las reglas existentes del juego están sesgadas en su contra”.
”Estos demócratas populistas normalmente lo que hacen es pensar que ese adjetivo liberal es el enemigo a batir, porque ¿cómo puede ser que, habiendo ganado las elecciones, no sean capaces de tener todo el poder y que existan frenos en temas de derechos o de propiedad, con los cuales no puedan trabajar?
”El problema no es que sean demócratas, el problema es que son antiliberales y liberales, y pueden acabar con democracias que formalmente son democracias, pero son democracias que los politólogos llamamos iliberales, como Irán; ahí hay competición entre partidos políticos pero no hay derechos, no hay libertades”.
-Una vez que estos movimientos ascienden al poder, lo hacen en el ámbito legislativo. ¿Cuál es su comportamiento ahí?
Tanto cuando están en el Gobierno como en la oposición, su objetivo no es la gestión pública y las mejoras de las políticas públicas, sino crear presiones para el cambio sistémico, de tal manera que las reglas del juego se puedan rediseñar a su manera.
”Ellos no tienen interés en gestionar, sino en que la música siga tocando para que se vuelvan a repartir las cartas y se vuelva a rehacer el sistema.
”Lo primero que hacen los populistas es suspender la competición tradicional en un eje centro, izquierda y derecha, porque lo que necesitas es cambiar el eje de la competencia, para que se haga un eje arriba-abajo, que sea el pueblo contra la élite, contra los poderes financieros y contra el neoliberalismo. Nuestras sociedades son complejas, pero, normalmente, la mayoría de la gente está en el centro y muy poca gente en los extremos. Los populistas tanto de izquierdas como de derechas buscan cambiar esa campana por una U, de tal manera que todo se polarice y se divida”.
-A un movimiento de izquierda sí le sirve hacer esa U entre arriba y abajo, ¿y a uno de derecha?
Las izquierdas populistas están más orientadas a la cuestión de derechos sociales y desigualdad, y las derechas, en las cuestiones morales, relacionadas con valores religiosos y la migración.
-¿Cuál es el caldo de cultivo para estos movimientos?
En la sensación de que las decisiones se están tomando cada vez más lejos de la ciudadanía.
”Los populismos de derecha fundamentalmente explotan por el miedo al cambio y la resistencia a ese cambio. Las izquierdas están explotando algo en lo que empíricamente tienen razón, que es el aumento de las desigualdades en las sociedades contemporáneas, democráticas, avanzadas y capitalistas desde la caída del muro de Berlín (...). Cuando la gente siente que sus hijos no van a vivir igual de bien que vivieron ellos, entonces es cuando se encienden las señales de alarma y eso está pasando en todas nuestras sociedades, fundamentalmente en procesos de liberalización económica que, en el pasado, se compensaban por el miedo del comunismo”.
-¿Son fieles sus adeptos?
Hay un núcleo muy fiel, muy rígido ideológicamente, muy endurecido por estar continuamente excluido del sistema. Ese núcleo duro no va a cambiar. Pero, luego, hay un grupo de gente, la mayoría de sus seguidores, que no son ideológicos, son nuevos consumidores de políticas, nuevas generaciones. Son gentes a las cuales no les puedes vender la Guerra Fría todos los días y no les pueden vender el comunismo como el mal, pero tampoco creen que el comunismo es el bien, ni se lo plantean; los jóvenes, sobre todo, ni tan siquiera las categorías de izquierda o derecha las tienen claras, ni les importa.
”Entonces, ese núcleo es el que está en disputa, está en frente. Quiere romper, se siente distinto, no le gusta la política tradicional. Están en el centro, pero no porque sean centristas. En algunas cosas son liberales, como en los valores personales, pero, a la vez, son muy consumistas y prefieren un teléfono de marca que uno estatal”.
-¿Están en el centro porque pueden saltar de un lado a otro?
Sí, porque son consumidores y consumen política como consumen información de una forma bastante transversal y horizontal; no les gustan las etiquetas.
-Con un público así, ¿cuán sólidos son estos movimientos?
Ellos también van a experimentar esta exigencia democrática, al principio tienen un bono, porque no tienen pasado, no tienen gestión; porque generacionalmente, solo en lo visual, en la estética, en las formas de comunicación, tienen ganado un trecho, una credibilidad y legitimidad enormes y, por lo tanto, mientras sus representantes se parezcan a ellos, tienen ese bono.
”Realmente son como los nuevos actores que entran en un mercado, tratando de ajustar sus productos para sus clientes.
”Por un lado, son muy rígidos ideológicamente, pero por otro lado, saben adaptarse bien y diseñar su producto para que llegue a cada sector con lo que ese sector quiere oír en cada momento”.
-¿El no tener gestión es un arma de doble filo?
Por eso yo creo que en el caso de Podemos, ellos tienen un interés en mantener siempre una dinámica de confrontación, para no caer en lo que ellos piensan cayeron sus predecesores de izquierda, que es acomodarse y convertirse en partidos de cuotas. Cuando llegan al poder lo que hacen es tratar de gestionar y siguen haciendo ruido que mantenga la lealdad de sus votantes, para ellos lo más importantes es no parecerse a los demás.
-¿Qué va a pasar con los partidos tradicionales, con los que no quieren adaptarse?
Ellos tienen un problema demográfico; ellos no pueden tirarlo todo por la borda y salir corriendo. Los nuevos electores no les van a dar su voto y sus viejos electores necesitan ser representados, pero necesitan empezar a entender que esto es un juego dinámico. El bipartidismo en España pierde 200.000 votantes al año por defunción.
-Un político que siempre ha defendido una posición y sabe que se viene esto, ¿qué hace?
Solo hay dos maneras de hacerlo: atrincherarse y resistir todo lo que pueda y establecer alianzas muy pragmáticas con otros cuando sea necesario, o puedes intentar renovarte.
”Pero esa renovación para los partidos es sumamente difícil, porque, por lo general, solo se renuevan cuando pierden, no son inteligentes, no anticipan las cosas, intentan mantener el control, intentan hacer renovaciones que son puramente cosméticas: vamos a poner un par de jóvenes por aquí, pero no les transfieren poder y, por lo tanto, no les transfieres la capacidad de cambiar el mensaje de verdad”.
-¿Esa renovación implica ceder en principios?
No es tanto que tenga que abandonar sus principios, sino que sepa reinterpretarlos y entender que las nuevas causas que hay en la sociedad no son excentricidades de unos pocos. El principio es el mismo, pero debe ser elástico en su implementación.
-¿En qué se equivocaron las democracias tradicionales?
No es tanto en qué se equivocaron, sino que dejaron de ser reformistas. No se dieron cuenta de que si hacían las cosas como siempre, no iban a mantener el ritmo de coacción y de movilidad social.
-¿En España cuáles son los nexos entre los sindicatos y movimientos como el de Podemos?
No hay nexos, nuestro problema no es de sectores fuertemente sindicalizados, sino que un problema de los sindicatos de llegar a zonas o a grupos que son otros que lo están articulando. Podemos, en ese sentido, es un poco el sindicato de los jóvenes precarios, que ven que sus contratos son de tres meses, de un día o una hora, que su salario es bajo y nadie lo defiende, mientras que los sindicatos defienden las generaciones de sus padres, la gente que está en el mercado con contrato fijo.
-¿Cómo se financian?
Antes de ser partido, Podemos obtenía parte del dinero, y ellos lo han aceptado así, de fundaciones que operaban con dinero de Venezuela, que es la que les permitió generar la red académica, intelectual de contactos. También de Irán, porque la precaridad en que ellos nacen, hace que tengan que aceptar dineros oscuros o un poco raros. Ya siendo partido, hacen campañas muy austeras, saben que sus finanzas deben ser transparentes. Ellos han demostrado que se pueden hacer campañas eficaces con muy poquito dinero. Desde ese punto de vista, no han necesitado tantos recursos. Los pocos recursos institucionales que han recibido, más los recursos que han conseguido de naciones transparentes, les ha permitido tener un récord limpio como partido.