Son de cerámica y sobre sus tres patas sostienen el peso de una historia que se remonta 2.300 años atrás. Los jarrones trípodes precolombinos del Caribe Central de Costa Rica le cuentan a las generaciones actuales cómo sus antepasados indígenas enterraban a sus muertos. Pero también sacan a la luz muchos detalles sobre su modo de vida: qué hacían para subsistir, los animales con los que convivían, cómo se adornaban los más poderosos e, incluso, algunas revelaciones macabras sobre sacrificios humanos.
Una exposición que se exhibe en los Museos del Banco Central (bajos de la Plaza de la Cultura) reúne 75 jarrones precolombinos elaborados entre los años 300 a.C. y 800 d.C por los grupos indígenas que poblaron el Caribe Central (Guápiles, Guácimo, Pocora, Siquirres).
“Estos objetos tenían un uso exclusivamente ceremonial, pues eran parte de los ritos funerarios de estos grupos. En la muestra se exhiben dos tipos de jarrones correspondientes a dos fases culturales distintas”, explicó la curadora de arqueología de los Museos del Banco, Patricia Fernández.
Los jarrones Ticabán fueron fabricados durante el periodo denominado El Bosque (300 a.C-300 d.C) y los África se enmarcan dentro del período La Selva (300 d.C-800 d.C).
Según Fernández, cada uno de esos periodos engloba a un grupo con una organización social, política y económica particular, de modo que esas diferencias también se notan en el diseño de los jarrones.
“Los trípodes Ticabán son gruesos con soportes altos y sólidos que algunas veces son huecos. Los ornamentos más comunes eran figuras de animales o rostros humanos. Esas decoraciones eran modeladas y adheridas a los soportes”, dijo.
Por su parte, los jarrones África son obra de sociedades con una clara jerarquía social que habitaban aldeas más extensas y complejas.
“Estos trípodes tenían copas más pequeñas y su cuello es más alto, como una especie de florero. Son más estilizados y el extremo inferior presenta una curva hacia afuera”, declaró la curadora.
Lo que ambos tipos de jarrones tienen en común es que eran sujeto de un “matado ceremonial”, es decir, eran quebrados intencionalmente como parte de los ritos funerarios y sus fragmentos se colocaban junto con piedras pequeñas y otros objetos en la fosa donde yacía el difunto. “Algunas veces se les quitaba una pata; otras, se quebraban los bordes de las copas o bien los hacían pedazos de un golpe. Sin embargo, no todos los jarrones eran destruidos, y se han encontrado trípodes completos en enterramientos”, agregó Fernández.
En algunas piezas se han hallado también restos de hollín, lo que sugiere que fueron empleados para calentar algún líquido durante el ritual probablemente de chocolate o chicha (bebida alcohólica extraída del maíz).
Estos objetos de cerámica eran confeccionados por manos habilidosas de artesanos especializados y muchos de ellos asombran por sus detalles. En la muestra destacan varios jarrones África del periodo La Selva que representan el tema de la muerte explícitamente.
“Las clases dominantes sentían la necesidad de demostrar su poder y una forma de hacerlo es representar la práctica de captura y muerte de prisioneros”, dijo Fernández.
En uno de los jarrones se aprecia el cuerpo de un hombre decapitado, atado a una plataforma, que está siendo devorado por un ave.
En otro se observa un cuerpo con sus manos atadas hacia arriba y con sus costillas expuestas. La exposición se puede visitar de lunes a domingo de 9:15 a.m. a 5 p.m.