En la intersección entre la calle 21 y la avenida 10 de San José se levanta una ostentosa residencia, que desde 1932 ha cautivado la mirada de transeúntes y conductores.
La casa Matute Gómez es como un lobo vestido de oveja, porque detrás de sus lujosas fachadas y exquisitos detalles arquitectónicos, se tejieron historias de corrupción, excesos, despilfarros y lujuria, protagonizadas por su propietario.
La casa en donde habitó el general exiliado Santos Matute Gómez, de nacionalidad venezolana, dejó atrás su oscuro pasado y hoy revive con nuevo brillo, como un complejo de entretenimiento nocturno.
Un equipo de profesionales jóvenes, integrado por arquitectos, ingenieros y diseñadores, puso en marcha un ambicioso proyecto de restauración y rehabilitación de este inmueble, declarado patrimonio histórico arquitectónico de Costa Rica desde el 2004.
Luego de casi dos años de obras, el edificio, con un área de construcción total de 850 metros cuadrados, aloja en sus tres plantas al bar y restaurante Antik.
El arquitecto y restaurador David Gutiérrez, del estudio de diseño contemporáneo Garabato , explicó que el objetivo de la intervención fue poner en valor un edificio patrimonial y habilitarlo para un uso específico.
“El objetivo del proyecto era preservar las características originales de la arquitectura, pero admite la adaptación de elementos contemporáneos que garantizan el funcionamiento del inmueble: escaleras, rampas, barandas, cerramientos, sistemas eléctricos y mecánicos y sistemas de seguridad”, manifestó Gutiérrez.
La restauración se ejecutó de abajo hacia arriba, de modo que el nivel inferior –en donde solo había un sótano vacío– fue el primer espacio trabajado.
“Nos topamos con que el edificio no tenía cimientos, lo que había era un sistema muy antiguo llamado ciclópeo, una aglomeración de concreto que servía como una base”, dijo Gutiérrez.
La ausencia de cimientos y un concreto desgastado y con poca resistencia, representaba un peligro estructural.
“La solución fue construir placas corridas sobre todos los muros existentes. Se hicieron réplica idénticas de todas las columnas y se sustituyeron las originales, pues no cumplían con los requerimientos sísmicos de nuestro país. Al hacer este refuerzo en todos los muros y columnas, se ganaron 75 centímetros de altura en el sótano y ahí es donde funciona el bar”, agregó Gutiérrez,
La segunda planta –que hoy alberga el restaurante– es rica en detalles y se contrató a un artesano para realizar las réplicas de los elementos muy deteriorados que fue imposible recuperar, entre ellos, los ornamentos de cielos, cornisas y columnas, así como láminas del techo. En contraste, la mayoría de los mosaicos del piso se pudo restaurar y lucen como los originales. Uno de los daños más severos estaba en las estructuras y piezas de madera. “La madera podrida de los pisos fue sustituida por madera en buen estado. Fue necesario reemplazar la totalidad de las láminas del techo y algunas piezas de las cerchas por su avanzado estado de deterioro”, comentó Gutiérrez.
El arquitecto Miguel Herrera, del Centro de Patrimonio, supervisó la restauración, que tiene el visto bueno de esa dependencia del Ministerio de Cultura.