San Ramón. ¡Qué viva Moncho! Con este grito tan particular, el párroco ramonense Greivin Hidalgo dio inicio ayer a la fiesta religiosa más grande del cantón: la Entrada de los Santos.
Aurora y Ramona, las campanas del templo, le indicaron a San Ramón Nonato que había llegado el momento de recibir a sus invitados. Fue así como decenas de santos, provenientes de distintas parroquias, viajaron hasta este pueblo alajuelense para participar en el tradicional desfile.
Con el anfitrión a la cabeza, otras 64 imágenes religiosas se abrieron paso entre las calles atiborradas de fieles.
Los ramonenses siguieron la tradición de teñir las calles de rojo y blanco. Las imágenes fueron recibidas entre cantos, bailes típicos, comparsas, mariachis, oraciones y gritos de júbilo.
Los 65 santos permanecerán durante una semana en la iglesia.
“Esta hermosa tradición de la Entrada de los Santos puedo resumirla en tres “f”: fiesta, fe y familia”, dijo Greivin Hidalgo, el cura párroco de San Ramón.
A su llegada al templo católico, 300 niños de la parroquia cantaron el himno local para celebrar los 90 años de cantón.
El coro lo dirigió el músico ramonense Luis Varela.
Festejo. La fiesta no terminó sin antes salir a saborear los platillos especiales que se prepararon en los ranchos de los diferentes distritos.
Al terminar el desfile, las personas salieron a darse un gustito en familia y a comer su plato favorito.
El menú estuvo cargado de sopa de mondongo, lomo relleno, chorreadas y olla de carne.
“Para mí esta es la fiesta más grande de todas. Mi esposo de 80 años y yo siempre venimos y nos encanta ver a la gente tan feliz. Lo que más nos gusta es cuando ponen a los santos a bailar por las calles”, dijo Marcelina Fallas, de 76 años y devota a Santa Lucía.
Esta es una fiesta para compartir, como lo hizo Greissell Arguedas. Ella invitó a parientes de Tilarán, Guanacaste.