El mensaje de la cúpula de la Iglesia católica costarricense es claro: las puertas están abiertas para acoger a los divorciados que contrajeron un segundo matrimonio.
No obstante, para ellos, sigue siendo prohibido acceder al sacramento de la comunión.
José Francisco Ulloa, obispo de Cartago, fue enfático: “El Papa no menciona la posibilidad de que las parejas divorciadas y vueltas a casar puedan recibir la comunión”.
Ulloa, líder de la Pastoral Familiar del país, participó en el Sínodo de la Familia, en octubre pasado, en el Vaticano. A partir de las recomendaciones de los obispos, el Pontífice redactó el documento Amoris Laetitia, donde plasma la posición de la Iglesia sobre temas ligados a la familia.
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En el apartado sobre la atención de situaciones “irregulares”, Su Santidad enfatiza en la necesidad de integrar a quienes han contraído un segundo matrimonio.
El papa Francisco también da un mandato para que los sacerdotes hagan un análisis, caso por caso, de la situación de cada pareja, “puesto que ‘el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos’, por lo que las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas”.
El llamado se hace en un momento en que las uniones civiles en el país prácticamente triplican las religiosas: en el 2015, se concretaron 21.200 matrimonios mediante un notario y solo 7.500 ante un sacerdote. Hace 20 años, las uniones civiles eran tan solo 6.400 anuales, mientras que las de la Iglesia eran 13.000 .
En ese mismo periodo, los divorcios pasaron de 2.600 a 12.700, según el Registro Civil.
Pese a ello, Solano explicó que el objetivo no es permitir que la pareja pueda volver a recibir la hostia durante las misas.
“La Iglesia en Costa Rica está reflexionando sobre los contenidos de esta exhortación, que van más allá del tema de la comunión sacramental de los divorciados vueltos a casar” expresó.
No obstante, tanto él como Ulloa evitaron explicar si la cúpula de la Iglesia costarricense discute la posibilidad de conceder la comunión a matrimonios formados por personas divorciadas.
La prohibición. En el 2000, el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos del Vaticano se refirió al impedimento que tienen quienes contrajeron un segundo matrimonio para poder comulgar.
“La prohibición establecida (...). deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas. Estas no pueden introducir cambios legislativos que se opongan a la doctrina de la Iglesia”, dice el documento.
El veto aplica también para el sacramento de la reconciliación, en el que los fieles confiesan sus pecados y piden perdón a Dios mediante un sacerdote.
Sin embargo, tanto ese escrito como Amoris Laetitia hacen la salvedad de que, quienes se divorcian y viven después en “perfecta continencia”, no tienen ningún impedimento para acceder a los sacramentos.
Para Berta Valverde, coordinadora de la pastoral familiar de San Pedro de Montes de Oca y casada por segunda vez, el motivo de la limitación es sencillo.
“Resulta que el matrimonio es indisoluble: te casás una vez, y lo que Dios ha unido no lo deshace el hombre. Nosotros nos pasamos por encima esa ley. ¿Qué significa eso? Que ahora estoy casi que de adúltera, pero yo no pretendo divorciarme de este señor, entonces, ¿cómo me van a dar la absolución, si yo no me arrepiento de este pecado?”, señaló.
No obstante, en opinión de su esposo, Luis Mora, quienes tienen prohibido acceder a los sacramentos no deben sentirse excluidos, ya que la Iglesia tiene muchos otros mecanismos para involucrarlos.
“Hay una tendencia general de las parroquias a tener una pastoral de matrimonios sacramentales y una de no sacramentales (civiles), pero nosotros desde 2005 nos dedicamos a acoger a todos: que todas las familias estén unidas”, contó.
Otras vías de participación incluyen “comulgar con Dios a través de la Palabra, a través de la oración, a través de la participación en la santa misa, en la transmisión de la fe a sus hijos y en las obras de caridad”, explicó Ulloa.
Sin embargo, para Rodrigo Enríquez y Yorleny Ujueta, matrimonio que coordina la pastoral familiar de Tibás, no todos tienen eso tan claro: ¿Usted cree que yo puedo salvarme? ¿Usted, que yo vaya a ir al infierno? ¿Usted cree que el Padre me quiera recibir? Son algunas de las preguntas más recurrentes que, aún hoy, hacen quienes buscan consejo.
Clamor. Pese a considerar que hay otras formas de vivir la fe, muchos creyentes consideran que permitir la confesión y la comunión a las parejas de divorciados sería un gran paso.
“Por supuesto que ese es el sueño máximo; es nuestra mayor ilusión. Pero no es simplemente para sentir que comulgamos porque ya lo hacemos cada vez que la comunidad va a hacerlo en la misa”, manifestó Valverde.
Mora explicó que, aún así, no debería concederse el sacramento a cualquier pareja, sino a quienes demuestren realmente desearlo: “El documento del Papa deja muy claro que nosotros podemos accesar a los sacramentos siempre y cuando exista un proceso previo de discernimiento para determinar si realmente está integrado a la Iglesia”.
Para Enríquez, además, tal decisión propiciaría que más personas se sientan en confianza para acercarse a los templos.
“¿Qué cambiaría? Una pareja, con Dios en el centro, va a poder lidiar mejor con los problemas que tenga y va a estar más unida. Así se eliminarían las carencias que puedan tener”, aseguró.
“Y si nos damos cuenta, al final la línea divisoria entre una pareja sacramental y una no sacramental es muy delgada. Nosotros mismos somos los que ponemos el obstáculo y la hacemos más ancha, pero la verdad no es muy distinto lo uno de lo otro”, concluyó Ujueta.