Señalan los investigadores que ayudas monetarias llegan a gente que, pareciera, no las necesita.
Lo clave es esa distribución de los beneficios. Las pensiones del Régimen No Contributivo deberían dárselas a gente que es pobre, al decil 1 y luego al decil 2. Esto es un área para trabajar, igual que las becas de Avancemos y del MEP. Si tenés el 27% de esas becas en gente que está en los grupos del 5 al 10 (la mitad más solvente de la población), eso no está bien.
¿Qué le dicen los datos de ayudas que parecen mal destinadas?
Lo que me dice es que hay que cambiar eso y mejorarlo.
¿A qué se debe esto? ¿Un mal diseño del sistema?
Esa pregunta hay que hacerla a quienes han administrado, a mí lo que me toca es mejorar esto. Si hay dentro del IMAS 14% de ayudas en manos de grupos menos necesitados, eso hay que mejorarlo. Se hace con una directriz para atender prioritariamente los grupos uno y dos.
¿Hay algo de politización en la asignación de las ayudas?
Usted, como periodista, podría corroborar eso.
Dice el documento que conocimos hoy (ayer) que con ¢73.000 millones más en ayudas se podría eliminar la pobreza extrema, que es una promesa del nuevo Gobierno.
Se sacaría facialmente y ya parte del presupuesto va a esos grupos. Se puede hacer un esfuerzo para focalizar y otros no están identificados en el sistema. Después viene buscar la forma de que sea sostenible, mediante el empleo. La caridad no saca a nadie de la pobreza.
¿Está dentro de lo posible aumentar ayudas en efectivo?
Hay una inflexibilidad enorme en el gasto. Lo que nos queda es hacer eficiencias y focalizar mejor los casos.