Limón . “Es más de lo mismo; nosotros ya ni nos impresionamos. Que venga el nuevo puerto, ocupamos modernizar esto”, dice Karla Ovares, en medio del calor húmedo de esta ciudad caribeña.
Como Ovares, quien vive en la provincia desde hace más de 27 años, son muchos los limonenses que se dicen aburridos por las huelgas del Sindicato de Trabajadores de Japdeva (Sintrajap).
Las calles del centro de Limón siguen con sus tradicionales grupos de estudiantes caminando hacia o desde sus colegios. Las peluquerías no cierran sus puertas y las sodas continúan ofreciendo rice and beans y patacones, como de costumbre.
Incluso a la playa Los Baños, en el centro de Limón, no dejan de llegar los jóvenes a jugar baloncesto o una mejenga de fútbol hasta altas horas de la noche.
Ayer en la madrugada solo se reportaron tres pequeños focos de disturbios en la calle que comunica Cieneguita con el centro de la provincia. Las protestas fueron controladas en menos de 15 minutos por la Fuerza Pública, con el respaldo del equipo de antimotines.
Inadvertidos. “Casi ni nos damos cuenta de lo que pasa; a veces vemos cosas solo en la tele porque aquí ni sabemos qué pasó”, manifestó Bernal Jhonson, estudiante de colegio.
Jhonson disfrutaba ayer con algunos compañeros en las zonas de corales muertos que sacó del agua en 1991 el terremoto.
Entre tanto, en la sede del sindicato, un grupo de unos 75 asociados se mantienen todo el día en forma pacífica. Unos juegan fútbol en la calle; otros, dominó.
Las consignas contra el Gobierno son constantes, al igual que contra la llegada del nuevo puerto de la firma holandesa APM Terminals.
Un par de bombetas de turno estallaron frente al edificio del sindicato, pero solo se asustan algunos foráneos con cara de periodistas que se aburren mientras esperan que algo pase.
“Estas bombetas son parte del vacilón acá; no se me asuste hermano”, dijo un sindicalista que no quiso identificarse.
Por otro lado, en los puertos de Moín y Limón, la Fuerza Pública vigila las puertas de los muelles. Varios tráileres salen y entran con normalidad.
Sin embargo, los dirigentes sindicales continúan con sus declaraciones amenazantes en contra del nuevo del nuevo puerto.
Frases como “quieren sangre en la calle” y “ nos obligan a tomar medidas extremas”, recuerdan un pasado no muy lejano que suma una lucha de un sindicato que ya apaga 43 velitas.