La figura de Jesucristo no ha perdido fuerza en las procesiones; al menos no en San Joaquín de Flores, Heredia. Jimmy Rodríguez, disfrazado de Jesús de Nazaret, invirtió más de media hora fotografiándose con fieles a un lado de la iglesia, sudorosos tras concluir la procesión.
Niños, señoras con hijos y nietos e incluso amigos suyos hacían fila para obtener la cotizada fotografía. Muchas, notó casi de inmediato, fueron a parar a distintas redes sociales como Facebook y Twitter.
El burro Caramelo habría tenido el mismo destino de no ser porque las patadas que lanzó al aire alejaron a los niños que iban tras él. Era su debut, a fin de cuentas.
“Estamos celebrando al burrito; esto es una fiesta nacional”, repetía Beatriz Villegas, de 46 años.
Cada uno a su manera, los fieles católicos siguieron por varios kilómetros el paso de monaguillos y de una decena de hombres vestidos de apóstoles.
Esto sucedió, ayer, en varias provincias como parte de la tradición católica del Domingo de Ramos, que celebra la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén y el inicio de la Semana Santa.
Los fieles caminaron con palma en una mano y sombrilla contra el sol en la otra, sobre calles estrechas y seguidos por enormes parlantes con música religiosa.
¿Bajó la cantidad de caminantes con el paso de los años? Muchos de quienes han andado durante cuatro décadas o más los dos kilómetros entre la iglesia de San Lorenzo y la de San Joaquín de Flores, en Heredia, calcularon que sí.
“Ha bajado mucho el interés de la gente, gracias a las drogas y otras cochinadas que existen. Muchos ni a misa van porque hasta en el parqueo de la iglesia roban carros”, dijo el herediano Fran Argüello.
Algo similar contó Idalí Sánchez, de 67 años, mamá de 11, abuela de 50 y bisabuela de 40. Ella fue a la procesión de San Francisco de Heredia: “Me motiva creer que la tradición no termina; yo vengo desde que tengo uso de razón”, dijo.