La segunda era de las pruebas de bachillerato (de 1988 a la fecha) llevan el sello de Félix Barrantes Ureña: maestro por vocación y defensor de estos exámenes como medidores de la calidad de la educación.
Luego de 46 años de entregarse a la enseñanza, Barrantes dejará este año la dirección de Control y Evaluación de la Calidad del Ministerio de Educación Pública (MEP).
A sus 67 años, se acogerá a la pensión y ya planea cómo invertir su tiempo: escribir, jugar con los nietos y escuchar las rancheras del mexicano Javier Solís.
Su carrera le confirió el liderazgo de las pruebas más comentadas por los colegiales, desde 1988, cuando las reactivó, junto con el entonces ministro de Educación, Francisco Antonio Pacheco, luego de 16 años sin aplicarlas.
Veintiséis años después, el educador enfatiza en la necesidad de crear más vigilancia para impedir engaños.
“El reto que queda es corregir errores con base en las mismas pruebas y aumentar los controles de seguridad para evitar fraudes”, dijo Barrantes, para quien lo más importante no es el examen en sí, sino la forma en que se le da sentido a ese dato.
El funcionario contó que mientras hace 26 años, las trampas de los estudiantes consistían en robarse exámenes, hoy los timos se hacen durante la prueba.
El uso del celular viene a redefinir las medidas que deben aplicarse durante estas pruebas, advirtió. “No es posible que el docente pierda tanta autoridad. Es urgente aplicar más controles en esa área y fortalecer la formación de valores”, añadió Barrantes.
Con respecto a quienes intentan falsificar títulos de bachillerato de secundaria, aseguró que, a partir de este año, se dispone de una base de datos en Internet para que las universidades consulten la validez del cartón y así frenar los intentos de fraude.
Presiones. Barrantes contó que durante una campaña electoral un político, cuyo nombre no quiso mencionar, pretendía convencerlo de eliminar las pruebas. Aquel plan, recuerda, sonaba más a una balada populista, que a una decisión razonada.
“Le dije que las pruebas de bachillerato no las quita ni las pone un presidente de la República. “Eso es un tema que debe pasar por el Consejo Superior de Educación y no estoy de acuerdo en quitarlas. Mi compromiso no ha sido con un color político, sino con ser un hombre sincero”, aseveró.
A sus 17 años, ganó el examen de admisión de la Universidad de Costa Rica (UCR), pero su familia, oriunda de Pérez Zeledón, carecía de recursos económicos para que él estudiara en San José. A esa edad, empezó como maestro, en Dominical de Puntarenas, y encontró el gusto por educar.
Llegó al MEP por las casualidades de la vida, pero se quedó por vocación, dijo. Acogerse a la jubilación no ha sido una decisión sencilla, pero es hora de dedicar más tiempo a la familia, escribir historias y volver al campo.
“Entiendo que hay un tiempo para todo y hay que dar espacio a nuevos liderazgos. El mundo cambia y nunca quiero perder la capacidad de asombrarme e incidir en la mejora de la Educación”, concluyó el “padre” de las pruebas de bachillerato.