Goicoechea.
Lo que pareció ilusionar más a Sofía fue cantar el Himno Nacional dos veces sin música; no hizo falta. En el acto cívico este lunes a las 8:13 a.m. y con un frío horroroso no hubo electricidad que lo permitiera.
La falta de esa música -y de un micrófono que diera más autoridad a las palabras de los docentes, en un salón repleto de emocionados- contribuyó a que el protocolo del arranque de lecciones se tardara muy pocos minutos, ahí; menos de lo que se tardó en muchos otros centros educativos del país.
Una de las profesoras repitió "esta situación está fuera de nuestro control" poco antes de decidir rendirse con el acto cívico y enviar a 454 niños y a sus acompañantes a las aulas donde, unos 20 minutos más tarde, se pasaría lista, se deletrearían apellidos, se ensuciarían uniformes y se comerían galletas con jugos en evase tetrabrick.
Sofía Aguirre caminó fuera de aquel edificio con su abuelo, cantando el himno otra vez, curiosa por el sonido de los zapatos y tacones en la acera de cemento. Desde diciembre se entretuvo en sus días libres, dijo, pero ya era suficiente del trajín vacacional. Había llegado el tiempo de escuchar las aulas del segundo grado, en la unidad de "deficientes visuales", como ella misma le llama.
El fallido intento de acto de bienvenida fue quizás la única diferencia en el estreno de lecciones entre el centro educativo Fernando Centeno Güell y otras instituciones. Ahí, en Goicoechea, 450 estudiantes de entre 0 y 21 años quedaron repartidos ayer entre los departamentos y edificios de discapacidad cognitiva, auditiva y visual. Grandes numeros pintados en los pizarrones recibieron a unos 15 alumnos nuevos en una escuela que prohíbe la exclusión.
"Frente a los espejos, uno les enseña desde ya cómo se diferencian los hombres de las mujeres", explicó la profesora de preescolar Ingrid Solano, al mismo tiempo que intentó quitarle el gorro navideño a Nancy Navarro, de seis años y medio, quien viene de Alajuelita y no deja que nadie más que su mamá lo haga.
Una vez que ingresan a nivel materno -despues de los tres años y medio- los estudiantes del centro Centeno Güell empiezan a trabajar en el desapego con sus padres para, después, recibir solos las lecciones.
"Solo los alumnos de estimulacion temprana, de entre 0 y tres años, ingresan al aula con sus familiares para que estos vayan aprendiendo. Vendrán unas tres veces por semana. En realidad se necesita enseñar al papá muchos hábitos y habilidades para que sus niños logren mayores niveles de independencia, rápido", dijo Zarely Sibaja, directora de esa institución.
Viviana Ramírez, jerarca de la unidad de Deficientes Visuales (con 66 alumnos) explica que muchos de sus niños la dejarán a ella y a la escuela cuando cumplan tres años y medio, solo porque ya estarán listos para incluirse en el sistema regular.
Casi tan ansiosos como llegaron, los 450 se fueron. Muchas de las aulas quedaron solas alrededor de las 10:30 a.m. y no alcanzó a estrenarse siquiera el único comedor enorme y coloreado de la Centeno; no se bajó una sola silla de las mesas en donde almuerzan unos 150 alumnos por turno. Cerca de las 11 a.m. quedaban pocos de los 200 empleados docentes y administrativos.
A escasos metros, entre los tres edificios del centro, una decena de transportistas privados todavía esperaban pactar nuevos contratos.
Números
En el país hay 23 escuelas de Enseñanza Especial, repartidas en casi todas las provincias. Además, hay 52.022 niños con edades entre 5 y 17 años que presentan alguna discapacidad, y el reto para la Educación Especial es incluirlos en aulas regulares y no marcar diferencias que los separen del sistema educativo. Así lo revelan los datos del Censo Nacional del 2011, extraídos por La Nación.
En total, en Costa Rica hay 297.050 personas entre 15 y 65 años con algún tipo de discapacidad. De ellas, el 54% (162.022) carece de empleo, aún cuando tiene aptitudes.
El "I Informe sobre la situación de la niñez y adolescencia con discapacidad" realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Consejo Nacional de Rehabilitación (CNREE), y divulgado en agosto pasado indica que Costa Rica, un país de 4,7 millones de habitantes, tiene la población infantil con discapacidad en el olvido, al no cumplir sus necesidades básicas.
De acuerdo con ese informe, un 10,5 % (453.000 personas) de la población presenta alguna discapacidad y de ellos el 4,4 %, cerca de 52.022 son menores de edad. La mayor causa de discapacidad para los menores es la dificultad para "ver aún con los anteojos puestos" -con un 35 %-, seguido de problemas intelectuales (21 %), del habla (15 %), para caminar (11 %), auditivos (7 %), mentales (6 %) y para utilizar brazos y manos (5 %).