Los Chiles, Alajuela. Ramón Rodríguez Rodríguez muestra la escritura que lo acredita como dueño de las tierras donde ha vivido hace 34 años.
Es evidente la satisfacción y el orgullo que lo embarga porque él, a sus 50 años, así como otras 27 familias de pequeños parceleros, lograron salvar a su pueblo de un remate.
Sucedió hace casi seis años. Un empresario de apellido Chavarría acudió a la vía judicial para recuperar ¢25 millones que le había prestado en el año 2000 a tres estadounidenses, quienes, a espaldas de los campesinos, habían hipotecado la finca de 286 hectáreas, sin ser sus propietarios.
El remate fue en mayo del 2011. En el proceso, el pueblo de agricultores se presentó como el mejor postor y así salvaron la finca, pagando la deuda con un aporte de Asignaciones Familiares, una colecta pública y un significativo aporte de una vecina de Naranjo.
La colecta se hizo a punta de turnos, cabalgatas, ventas de cosechas, préstamos personales y donaciones.
Diferente. Ramón Rodríguez retrocede en el tiempo para hablar de los meses de tormento que vivió su pueblo desde el momento en que les comunicaron que les rematarían las tierras y que tenían que desalojarlas cuando el juez autorizara la posesión al cobrador de la deuda.
Seis años después de esa crisis, Caño Castilla es otro gracias a la lucha de sus habitantes.
Con ayuda estatal y de la Municipalidad de Los Chiles, esta comunidad fronteriza con Nicaragua está cambiando.
Se refleja en la construcción del acueducto por el que lucharon largos años. El Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA) instaló hidrantes en puntos estratégicos.
Se terminó la ampliación de la escuela y está a punto de concluir la edificación de un salón para desarrollar actividades comunales que, a su vez, les permitirá continuar la recaudación de fondos para otros proyectos.
El Instituto Costarricense de Electricidad y Telecomunicaciones (ICE) dotó a la escuela de Internet y al frente instaló un teléfono público. El Concejo da mantenimiento a la calle de lastre y a los puentes.
Actualmente, los lugareños gestionan el bono de vivienda, pues la mayoría de casas son de madera y se han deteriorado con el paso de los años.
A Timoteo Zelaya, uno de los fundadores de Caño Castilla, el lío con las tierras les dejó muchas enseñanzas.
Según dice, la principal es que la pobreza no es una limitante para ganar grandes batallas. “Ayer sufrimos. Hoy estamos disfrutando los beneficios de nuestra pelea pacífica ”, afirmó el agricultor retirado.
Para Rosalío Hurtado Reyes, quien lleva varios años de vivir aquí, “Caño Castilla es una comunidad pequeña, pero con muchos deseos de progresar. Nos falta dinero pero nos sobran ganas para alcanzar lo que nos proponemos”, aseguró.
Gilda Pulido, campesina de 75 años, mencionó que, aunque no tiene hijos pequeños, se unió al movimiento para salvar la escuela, la ermita y otras instalaciones que son importantes para esta comunidad.
“Me angustiaba pensar que nos quedaríamos sin casa y que no teníamos adónde ir, pero Dios no nos abandonó y hoy puedo decir que aquí viviremos sin temores hasta el fin de nuestros días”, expresó.