Caracas. Más que presidente, la “x” con que los venezolanos rayarán las papeletas el 7 de octubre marcará cuál de dos visiones de país guiará durante seis años a una sociedad que se halla polarizada ideológicamente.
Tras la lucha frontal y violenta con la oposición del 2002 al 2005, que incluyó un fallido golpe de Estado, un paro del sector petrolero y una huelga general, el mandatario Hugo Chávez sobrevivió.
El autor de la retórica de clases “burguesía contra pueblo” quiere anclar su modelo de democracia directa y su esquema de misiones (agenda social), creado desde el 2003 para paliar carencias socioeconómicas históricas o que son producto de crisis recientes.
Un paseo por la orilla este de Caracas ilustra el déficit social, útil a los intereses de Chávez.
Escenario de violencia y pobreza, los cerros de Petare albergan miles de casas de ladrillo aferradas a laderas inestables.
El único acceso a los barrios inseguros y marginales son largas y empinadas gradas que contrastan con los rascacielos donde burbujea la clase alta caraqueña.
El paisaje acentúa ese golfo que separa a ricos de pobres explotado por Chávez desde 1998 al darles una bandera partidaria a la inequidad y el divorcio entre clases.
Así, la polarización social se hizo política cuando el caudillo lanzó una visión dicotómica de sociedad que compartieron amplios sectores; una jugada política hasta hoy efectiva para sentarse en el poder.
“Siempre ha habido bastante desigualdad social en Venezuela, ese es el principal soporte de la polarización, pero esto se agravó en los 80 y 90 por las crisis económicas. La brecha entre quienes tenían dinero y quienes no produjo mucho resentimiento social”, explicó Margarita López Maya, historiadora y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.
Ricas en corrupción y clientelismo político, las misiones han brindado educación gratuita de escuela a universidad, casas, pensiones, servicios de salud y subsidios de todo tipo que explican una aprobación para Chávez arriba del 60% luego de 13 años de gobierno.
Los beneficios son gratis pero pasan por aceptar convocatorias a actividades políticas oficialistas.
Gracias a la bonanza petrolera que el Gobierno saborea desde el 2004 (menos en el 2010 y 2011) y a las misiones, la pobreza ha bajado. Datos oficiales indican que pasó del 48% en 1998 a 33% hoy. De una población de 29,8 millones, hay 9,3 millones de venezolanos pobres, muchos de los cuales irán a las urnas.
El desempleo cayó de dos dígitos a 7,9% hoy y el coeficiente de Gini (mide la desigualdad de ingreso del quintil más rico y el más pobre) es de los mejores de la región: 0,41 según la agencia ONU-Hábitat.
La otra cara. Sin embargo , al imponer su visión de la sociedad, Chávez también ahogó espacios democráticos, violó propiedades privadas y cortó libertades y derechos varios.
El discurso polarizante, por otra parte, empieza a ser escuchado con cansancio desde un mar de problemas como la inseguridad, escasez de alimentos, corrupción estatal y apagones en todo el territorio.
Además, sus planes dependen de un precio del petróleo alto que cuando cae amenaza hundir el buque populista, cuyo modelo económico estatal es poco productivo.
“Chávez está acabado. En Catia la gente se le retiró, no llegó porque no están de acuerdo con su política. El pueblo está cansado del mismo engaño y aquí la gente no quiere ser comunista”, se quejó Libardo Ortega, exempleado público ahora metido a taxista por necesidad.
Ese descontento parece leerlo bien Henrique Capriles, el aspirante presidencial opositor de la Mesa de la Unidad Democrática, quien propone una visión conciliadora, no ideológica, y pragmática de gobierno, que incluye preservar los programas sociales de Chávez.
“Capriles ha mantenido los temas que interesan a la gente en la campaña y ha sido inteligente en el tema de la polarización para no responder a las provocaciones de Chávez, deja pasar todos sus insultos y eso descoloca al presidente en su afán de desviar la atención”, explicó Teodoro Petkoff, analista político y director del diario Tal Cual .
Si los electores le dan su “x” a Capriles, López y Petkoff creen que podría surgir un modelo político híbrido capaz de diluir la polarización y recuperar espacios democráticos. Quizás entonces, por primera vez en 13 años, los venezolanos podrían borrar la raya en el suelo y acercarse a dialogar.