Pablo Iglesias va de mezclilla, lleva el pelo largo y recogido en una cola de caballo, usa barba de candado y tiene 35 años. En realidad, nada particular...
Sin embargo, este muchacho es el rostro visible de un partido, Podemos, que en solo semanas creció de forma exponencial.
Heredero del movimiento de los “indignados, fraguado en las universidades y diseminado en las redes sociales, Podemos usó la imagen de Pablo Iglesias como su estandarte ante el electorado.
La escogencia no fue gratuita: Pablo Iglesias es figura recurrente en programas de debate de la televisión española; sin embargo, eso le generó críticas y acusaciones de narcisismo político.
“Son críticas justas. A mí tampoco me gusta que haya personas que solo por aparecer en televisión sean famosas”, razonó este politólogo, profesor de la Universidad Complutense y exmilitante de las Juventudes.
Tiene el verbo fácil y supo captar el voto de los jóvenes. Un 45% de ese sector de la población de España está desempleada.
Podemos se convirtió, el domingo, en la cuarta fuerza política hispana y llevará cinco de los 54 eurodiputados a los que tiene derecho ese país. Fue una tarea que le tomó solo cuatro meses.
Le tildan de chavista y lo acusan de estar financiado por Venezuela, algo que rechaza.
Felipe González, expresidente socialista del Gobierno español (1982-86), se sumó a las descalificaciones y advertencias en su contra. Curiosamente, dice Pablo Iglesias, lo que más recuerda de la campaña es que le dijeran que él recuperaba el espíritu de 1982, cuando González llegó al poder.