Ciudad del vaticano. AFP. Una frase del número dos del Vaticano sobre el celibato de los sacerdotes reactivó el debate sobre el matrimonio de los curas dentro de una Iglesia sin vocaciones y pendiente de las decisiones del papa Francisco, aunque son muchos los que consideran que siguen predominando los argumentos en contra.
El celibato “no es un dogma y podemos discutir sobre ello, ya que es una tradición eclesiástica”, declaró el nuncio en Venezuela, monseñor Pietro Parolin, a principios de setiembre, poco después de que el Papa lo nombrara Secretario de Estado, un cargo que asumirá a mediados de octubre.
Estas declaraciones provocaron un gran revuelo mediático, pero los expertos señalaron que las palabras de Parolin no dicen nada nuevo. “Ciertamente no es un dogma”, ya había asegurado en 1997 en el libro La Sal de la Tierra el entonces cardenal Joseph Ratzinger, que presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Desde su elección en marzo, el papa Francisco no hizo referencia a ningún cambio en la situación de los sacerdotes y tampoco habló de ello en la entrevista difundida el jueves por revistas jesuitas.
El pontífice se limitó a pedir a los sacerdotes que vivan su “fecundidad espiritual” entregándose por completo a la “misión” de la evangelización. El semanario francés Famille Chrétienne calificó de “desinformación” la reacción de los medios a las palabras de Parolin.
El debate se centra principalmente en la ordenación de hombres casados, que ya se practica en las Iglesias orientales y entre los anglicanos vinculados a Roma, pero que divide profundamente a la Iglesia. Curiosamente, la mayoría de los seminaristas y sacerdotes, especialmente los ordenados recientemente, consideran que esta opción no es una solución.
Un sacerdote estudiante en Roma que no quiso identificarse, considera que la experiencia de las Iglesias protestantes, donde los curas se casan, no aumentó las vocaciones y que el sacerdote debe consagrarse 100% a su misión, lo que no le permite estar disponible para su familia.
Además, añade que los problemas económicos por los bajos salarios dificultan la subsistencia de la familia del sacerdote, razón por la que el Concilio de Trento ratificó el celibato de los curas en el siglo XVI, y que no hay nada que pruebe que los actos pedófilos puedan relacionarse con el celibato.
En el otro bando, téologos como el suizo Hans Küng ven en esta posibilidad el fin de una anomalía y una manera de reavivar las vocaciones. Muchos cristianos de base creen que la ordenación de hombres casados sería una solución natural y piden que se aplique esta medida en las parroquias sin sacerdotes.