Oslo. AFP. La derecha ganó las elecciones legislativas en Noruega ayer, según las primeras estimaciones, lo cual abre la vía a una alianza entre los conservadores y un partido populista que preconiza una política de inmigración estricta, dos años después de la tragedia en la isla de Utoya .
Los cuatro partidos de derecha y de centroderecha disponen de una mayoría de 99 escaños de los 169 bancos del Parlamento, de acuerdo con las primeras estimaciones realizadas por la oficina noruega de estadísticas después del escrutinio del 75% de los votos.
El primer ministro laborista, Jens Stoltenberg, reconoció su derrota, mientras que la jefa de la derecha, la conservadora Erna Solberg, reivindicó una “victoria electoral histórica”.
Stoltenberg anunció que presentará su renuncia el mes próximo. “De acuerdo con la tradición parlamentaria noruega, presentaré la renuncia de mi gobierno después de la presentación del presupuesto el 14 de octubre, cuando esté claro que hay una base parlamentaria para (la formación de) un nuevo gobierno”, declaró.
En el poder desde el 2005, la coalición de centroizquierda de Stoltenberg obtenía 69 escaños, según esos mismos datos. El último escaño lo conseguía un partido ecologista independiente.
Los cuatro partidos de derecha deberán lograr trabajar para armonizar sus exigencias, a veces antinómicas, y acordar el perímetro del nuevo gobierno.
Bloque diverso. El muy heterogéneo “bloque burgués” está compuesto por los conservadores liderados por Erna Solberg –la favorita para tomar las riendas–, la derecha populista (Partido del Progreso) y dos partidos de centroderecha, los democristianos y los liberales, cuyos puntos de vista difieren en muchos asuntos como la inmigración y el clima.
En teoría, las condiciones para un tercer mandato de la izquierda estaban reunidas: prosperidad económica, una situación de casi pleno empleo y una calidad de vida entre las mejores del mundo para sus 5 millones de habitantes.
Además de la producción de hidrocarburos, el Estado noruego posee el mayor fondo de pensiones soberano del mundo, estimado en casi $750.000 millones.
“El país va bien, pero es gracias al petróleo y no a sus dirigentes”, dijo a la AFP un elector en Oslo, que votó por la derecha populista.