Copenhague. EFE. La derecha noruega acaricia un triunfo en las elecciones legislativas de mañana que le permitiría recuperar el poder que perdió en el 2005 y podría significar, por primera vez, la entrada en el gobierno como socio minoritario del Partido del Progreso, ultranacionalista y xenófobo.
Los sondeos otorgan una cómoda ventaja de más de diez puntos al bloque opositor y colocan a las puertas del poder a la líder del Partido Conservador, Erna Solberg, aunque la formación de gobierno podría enredarse porque difícilmente lograría mayoría absoluta solo con la ultraderecha, y necesitaría el apoyo también de liberales y cristianodemócratas.
Las diferencias, sobre todo en materia de inmigración, entre el Partido del Progreso y estas dos últimas formaciones auguran una convivencia complicada, aunque todos están dispuestos a sentarse a negociar.
Las encuestas le pronostican una caída sensible y la pérdida de la condición de segunda fuerza, pero el Partido del Progreso –en el que Breivik militó años atrás, pero que dejó por moderado– se sabe indispensable en cualquier combinación y solo apoyará un gobierno del que forme parte, algo que sería histórico en Escandinavia.
El Partido Popular Danés, que ha servido de espejo al resto de formaciones opuestas a la migración en los países nórdicos, fue el socio clave del gobierno liberal-conservador de Dinamarca una década (2001-2011), pero nunca formó parte de un gabinete.
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