Ámsterdam. Después de más de una década sin trabajar debido a una lesión en la espalda y su alcoholismo crónico, Fred Schiphorst finalmente encontró un empleo el año pasado y está decidido a conservarlo. Se levanta a las 5:30 de la mañana, pasea a su perro y luego se pone una corbata roja, listo para retirar la basura de las calles del este de Ámsterdam.
“Uno tiene que lucir bien”, dijo Schiphorst, de 60 años de edad y exobrero de la construcción.
Su jornada laboral comienza sin falta a las 9 de la mañana; con dos latas de cerveza, un anticipo de un salario pagado principalmente con alcohol. Recibe dos latas más en el almuerzo y luego otra lata o, si todo sale bien, dos para concluir un día productivo.
“No estoy orgulloso de ser alcohólico, pero estoy orgulloso de tener un empleo de nuevo”, dijo Schiphorst, el agradecido beneficiario de un inusual programa financiado por el gobierno para sacar a los alcohólicos de las calles pagándoles con cerveza por recoger basura.
Además de la cerveza —la marca varía dependiendo de qué cervecera ofrezca el mejor precio—, cada miembro del equipo de limpieza recibe la mitad de un paquete de tabaco para enrollar, el almuerzo gratis y 10 euros al día.
El programa —iniciado el año pasado por la Fundación Arcoíris, pero principalmente financiada por el gobierno— que ayuda a los desamparados, los drogadictos y los alcohólicos a recuperarse, es tan popular que hay una larga lista de espera de alcohólicos crónicos ansiosos por unirse a los equipos de limpieza motivados por la cerveza.
Uno de los simpatizantes más entusiastas del proyecto es Fátima Elatik, alcaldesa de distrito del este de Ámsterdam. Como musulmana practicante que usa una pañoleta, Elatik desaprueba personalmente el alcohol, pero dice que cree que los alcohólicos “no pueden ser solamente aislados” y reprendidos para que progresen. Es mejor, dijo, darles algo qué hacer y restringir su ingestión de alcohol a una cantidad limitada de cerveza sin bebidas más fuertes.
Los miembros conservadores del Concejo de Ámsterdam se han burlado de lo que llaman el “proyecto cerveza” como un desperdicio de los fondos gubernamentales y una extensión errónea de una cultura de tolerancia que ya ha hecho de la ciudad un imán para los usuarios de marihuana y ha engendrado la zona roja mejor conocida de Europa.
Hans Wijnands, el director de la Fundación Arcoíris, restó importancia a esas quejas como pavoneos políticos en un periodo en que, incluso en Holanda, “se está poniendo de moda apoyar medidas represivas”.
Alarmado por lo que dijo era un aumento en la delincuencia causado por las liberales leyes sobre las drogas, el gobierno holandés anunció un plan en 2010 para prohibir a los extranjeros comprar marihuana en las llamadas cafeterías, que venden marihuana y achís legalmente. El alcalde de Ámsterdam ordenó a la policía de la ciudad ignorar la prohibición, que se suponía entraría en vigor nacionalmente este año.
La idea de ofrecer a los alcohólicos cerveza a cambio de trabajo, dijo, fue probada primero en Canadá. Despegó en Holanda en parte porque el país tradicionalmente ha rehuido a la “tolerancia cero” en respuesta a las adicciones. Ámsterdam ahora tiene tres distritos que operan programas de limpieza de las calles que cambian cerveza por trabajo, y un cuarto que está discutiendo si seguir el ejemplo. Otras ciudades holandesas también están analizando el plan.
La idea básica es extender a los alcohólicos un enfoque desarrollado primero para ayudar a los adictos a la heroína, a quienes durante años se les ha ofrecido gratuitamente metadona, un sustituto menos peligroso.
“Si solo se dice: ‘Deje de beber y le ayudaremos’, no funciona”, dijo Wijnands, cuyo grupo recibe 80 por ciento de su financiamiento del Estado y opera cuatro salas de consumo de drogas con agujas gratuitas para los adictos reincidentes. “Sin embargo, si se les dice: ‘Te daré trabajo por unas cuantas latas de cerveza durante el día’, les gusta”.
Un camino diferente. Para proteger al gobierno de las críticas de que está subsidiando el alcoholismo, la Fundación Arcoíris dice que paga la cerveza de sus propios fondos. “Para el gobierno, es difícil decir: ‘Compramos cerveza para un grupo particular’, porque otras personas dirán: 'Me gustaría algo de cerveza tambien’”, dijo Wijnands.
“Sería hermoso si todos dejaran de beber, pero ese no es nuestro objetivo”, añadió. “Se debe dar a la gente una alternativa, mostrarles un camino diferente a solo sentarse en el parque y matarse bebiendo”.
Los equipos de limpieza tienen prohibido beber mientras están en la calle, pero Schiphorst y sus compañeros de trabajo dicen que reciben suficiente cerveza antes de que salgan en la mañana y durante su descanso de comida para seguir trabajando. “Esta es mi medicina; la necesito para sobrevivir”, dijo Schiphorst, con las manos temblorosas mientras bebía su primera cerveza del día en una reunión matutina con supervisores de la Fundación Arcoíris.
Ramón Smits, del equipo de Schiphorst, dijo que acostumbraba beberse una botella o más de whiskey o ron cada día, pero ahora se limita a la cerveza; consume cinco latas al día en el trabajo y luego otras cinco en su tiempo libre.
Inmigrante de la colonia holandesa de Surinam, Smits dijo que el proyecto no solo le había ayudado a reducir su ingestión de alcohol diaria sino también había elevado su autoestima. “Me mantiene alejado de los problemas, y estoy haciendo algo útil”, dijo. “Me ayudo a mí mismo, y ayudo a mi comunidad”.
Los residentes locales que acostumbraban maldecir a los alcohólicos por convertir al parque principal del área, Oosterpark, en un revoltoso bar al aire libre ahora los saludan con sonrisas mientras realizan sus rondas de limpieza, vestidos con sacos anaranjados y portando brillantes bolsas de basura.
“Este no es un proyecto cerveza, es un proyecto de limpieza”, dijo la alcaldesa del distrito, Elatik, y añadió que había resultado mucho más exitoso para mantener a los borrachos alejados del Oosterpark que iniciativas gubernamentales anteriores. En una tarde reciente, había solo tres personas bebiendo en el parque, en vez de las docenas que antes se reunían ahí, dijo.
Hasta que comenzó el programa, las autoridades habían intentando limpiar el parque de borrachos prohibiendo el alcohol ahí e intensificando los patrullajes de los guardias de seguridad. No obstante, esto solo obligó a los alcohólicos a trasladarse a otros parques en el área y condujo a peleas con los guardias. Schiphorst fue detenido después de una de esas riñas.
“Es fácil decir: ‘Desháganse de ellos y castíguenlos’”, dijo Elatik. “Sin embargo, eso no soluciona el problema. Quizá soy blanda, pero me encanta ser blanda si eso ayuda a las personas. Son seres humanos con problemas, no solo un problema que hay que borrar”, agregó.
Schiphorst dijo que empezó a beber mucho en los años 70 después de que encontró a su esposa, que estaba embarazada de gemelos, muerta en su casa por una sobredosis de drogas. Desde entonces ha pasado tiempo en una clínica e intentado otras formas de abandonar el alcohol, pero nunca se las ha arreglado para poner fin totalmente a su adicción.
“Cada día es una lucha. Quizá vea a estos tipos pasando el rato aquí, charlando, haciendo bromas, pero puedo asegurarle que cada hombre que ve aquí tiene una pequeña mochila con su propia miseria en el interior”, dijo.