Cuando Kanani Nankunda abrió los ojos, notó que tenía una herida de unos 25 centímetros que le recorría de forma transversal la nuca. Su cuerpo maltrecho había sido dejado en medio de un bosque en Uganda, justo de la misma manera en que se desecha lo que ya no sirve.
No se suponía que despertara. Su destino era exhalar la vida en medio de los matorrales. Hasta ahí habría llegado su corta existencia, de apenas nueve años.
Sin embargo, en cuanto voltease la mirada hacia su lado, hallaría algo aun más macabro y desgarrador que su propia sangre, que se esparcía como una afluente por en medio de la tierra. Ahí yacía también el pequeño cuerpo de Sylvia, un año menor que él. “Mi hermana estaba muerta, cortada por todas partes", relató Kanani a la agencia de noticias AFP.
A la niña le habían extirpado el corazón con un cuchillo. El clítoris también le había sido arrebatado.
El incidente ocurrió mientras daban de pastar al rebaño de su familia. Un hombre a quien apenas conocían de vista los interceptó y los llevó a un bosque cercano. Primero se ensañó contra Kanani: “Me agarró, me estranguló y me abrió la nuca”. Luego, el niño perdió el conocimiento.
La policía confirmó que los hermanos Nankunda fueron víctimas de un ritual de sacrificio que, según la creencia popular, acarrea suerte y éxito.
El agresor admitió que deseaba extraer la sangre de Kanani y reconoció haber enviado los órganos de la niña a su hermano, un hechicero que prometió pagarle unos $16.400. Tras haberse declarado culpable del ataque, ahora cumple una sentencia de 10 años de prisión por intento de homicidio contra el muchacho. La condena por el asesinato de la pequeña Sylvia todavía no ha sido dictada.
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Han pasado dos años desde aquella traumática experiencia para Kanani y su familia, pero, lejos de que el recuerdo haya comenzado a disiparse en la memoria colectiva, los temores echan nuevas raíces. Las autoridades judiciales de Uganda preven el aumento de este tipo de ofrendas humanas, de cara a los comicios nacionales del 2016.
“En vísperas de elecciones, se puede ver a los ugandeses, incluso a autoridades importantes, ir a visitar al hechicero”, asevera a la AFP Moses Binoga, jefe de la Fuerza Especial contra los Sacrificios Humanos, órgano creado en el 2009, cuando se detectó un importante aumento de este tipo de casos.
“Algunos están dispuestos a todo. Si les dicen: ‘Tiene que sacrificar a un niño para asegurarse un puesto’, ejecutan la orden”, lamenta el jerarca.
Los rituales suelen incluir la remoción de partes del cuerpo, a menudo rasgos faciales u órganos genitales. Las autoridades también han hallado cadáveres infantiles con el cráneo seccionado. “Estos actos brutales se realizan mientras el niño aún está vivo, y muy pocos sobreviven”, destaca el diario inglés The Guardian.
En lo que va de este año, la Fuerza Especial contra los Sacrificios Humanos ha recibido cinco denuncias por esta clase de rituales, mientras que en todo el 2014 se documentaron nueve casos. Por su parte, el Informe sobre la Trata Interna de Uganda, por su parte, estimó que más bien el total pudo haber llegado a 12 el año pasado.
La mayor incidencia se produce en el este de Uganda, y las autoridades culpan a la elevada infiltración de curanderos no registrados en esa región.
En muy pocos de los casos, la policia persigue a los hechiceros, quienes tienen redes a través de las cuales organizan secuestros para los rituales, lamenta Binoga. Los brujos que son capturados por lo general se niegan a revelar los nombres de sus clientes, lo que impide erradicar esta práctica en tierras ugandesas.
Sin embargo, las cifras oficiales parecieran estar muy lejos de la realidad. Al menos así lo advierten las organizaciones humanitarias que luchan contra estos crímenes. Las entrevistas de primera mano realizadas por la organización Humane Africa reportaron 77 incidentes en el 2014.
“10.317 jóvenes de Uganda, de todos los distritos del país, confirman haber escuchado sobre algún sacrificio infantil en sus comunidades”, señala la organización Ureport, financiada por la Unicef.
Por su parte, un hombre llamado Polino Angelo, quien antes se dedicaba a la hechicería, dio la cara a la BBC en el 2010 y, ante la pregunta sobre cuántos niños había sacrificado con sus porpias manos, contestó: “Es muy difícil recordar con precisión, pero podría decir que unos 70”.
Jugoso negocio
“Existe la creencia de que si uno sacrifica a un niño, consigue fortuna, y hay personas que están dispuestas a comprar niños por un precio. Se han convertido en una mercancía; el sacrifico de niños es ahora una actividad comercial”, denunció el pastor Peter Sewakiryanga en un documental de la BBC.
Las promesas de riqueza, felicidad, poder, fertilidad y vigor sexual constituyen el motor que mueve este negocio en una nación que posee un índice muy bajo de desarrollo humano (ocupa el puesto 158 de 180 países).
“Los ricos creen que gracias a un sacrificio sus negocios van a prosperar y los pobres que van a hacerse ricos si sacrifican a un niño”, asegura Shelin Kasozi, miembro de la organización Kyampsi Childcare Ministries a la agencia AFP.
Según The Guardian , los niños son raptados o incluso entregados a hechiceros por familiares que están desesperados por dinero.
Los niños que revisten mayor valor comercial son aquellos cuyos cuerpos están intactos.
“Cuanto más pura la sangre, más potente sería el hechizo, haciendo de niños inocentes el blanco”, apunta el diario inglés The Guardian .
Los hechiceros procuran hallar menores que no tengan marcas, cicatrices o aretes. Es por eso que los padres, en un intento por proteger a sus hijos, han recurrido a la estrategia de abrirles las orejas y circuncidarlos desde que nacen.
Empero, el camino de las casas a las escuelas nunca es seguro para los pequeños ugandeses. Los playgrounds se han llenado de afiches que advierten a los menores sobre los peligros de los secuestros y los sacrificios humanos.
"Mientras los beneficiarios del crimen sigan creyendo en la eficacia de sacrificar niños, la práctica continuará", advierte Binoga.