La reina se reunirá el miércoles con el excomandante del Ejército Republicano Irlandés (IRA) Martin McGuinness, un día después de visitar Enniskillen, donde una bomba del IRA mató en 1987 a 11 civiles protestantes e hirió a 63 cuando conmemoraban a los soldados británicos caídos durante las dos guerras mundiales.
El rechazo generalizado a la matanza de Enniskillen hizo que McGuinness y otros jefes del IRA comenzaran a negociar la paz con Gran Bretaña. Ese cuarto de siglo terminará con un saludo de la reina en Belfast.
Empero, la reina verá primero lo que ha significado Enniskillen, donde los británicos protestantes y los irlandeses católicos lograron evitar lo más venenoso de la violencia sectaria en Irlanda del Norte. El poblado apenas figuraba en el conflicto antes del terrible domingo de noviembre de 1987, cuando el IRA detonó una bomba al lado de un monumento enterró bajo los escombros a una multitud de familias protestantes.
El martes, las campanas, tanto de iglesias católicas como protestantes, repicaron durante horas mientras miles de personas, en su mayoría protestantes y con la bandera británica en la mano, llenaron las calles de la calle Church para ver a la reina. Algunas llegaron antes del amanecer y estaban preparadas para una lluvia copiosa.
Tuvieron que hacer cola más de lo esperado mientras la niebla y el viento obligaron a la reina y sus acompañantes a abandonar sus planes de llegar al pequeño aeropuerto de Enniskillen. En lugar de ello, aterrizaron en la base principal de la Real Fuerza Aérea en Irlanda del Norte, a 105 kilómetros (65 millas) y cubrieron el último tramo en helicóptero. Más de 700 dignatarios de toda Irlanda aguardaron dentro de la catedral protestante.