¿Qué opina sobre las medidas que ha emprendido el Gobierno contra la tregua?
Me parecen bastante extremas. Pasaron una ley que ahorita prohíbe el trabajo que hicimos en los años anteriores. Trataron de penalizar específicamente la labor de los mediadores y de los funcionarios públicos que han tenido la tarea de facilitar el diálogo, esos son los que están acusados ahora. De los que fuimos mediadores solo a Raúl Mijango lo han tocado porque es como el eslabón más débil, que tiene poco respaldo político tradicional y es más neutro.
¿Considera que las pandillas se fortalecieron durante el proceso de paz?
La única forma que había de hacer esto viable era crear una situación, donde ellos pudieran retomar el mando de sus pandillas. Esa era la única manera; por eso, empezó todo ese proceso de transferirlos de la cárcel de máxima seguridad a las cárceles donde estaba el gran grueso de su gente. En ese sentido, sí los fortalecimos. Fue una decisión consciente en el sentido que era la única manera de implementar la tregua con ellos. La única forma de hacerlo era devolverles el mando. Eso significaba que estábamos revirtiendo el resultado de unos 10 o 15 años que era lo contrario, aislarlos.
¿Cuál sería una solución viable para este conflicto?
Hoy el conflicto se ha transformado totalmente. Ahora el problema principal ya no es la guerra entre las pandillas, sino la guerra de todas las pandillas contra el Estado o del Estado contra ellas. Ahí no cabe la idea de la tregua; eso es otra onda. Entonces la salida no es revivir la tregua. Para solucionar esto, obviamente tiene que volver a abrirse la mente y agregar a la simple represión el diálogo. El Gobierno está quemando todos los puentes, el último fue encarcelar a Raúl y declarar la mediación como un pecado, como un crimen.