El hombre que vende un medicamento capaz de salvarle la vida a millones de personas infectadas con sida ha sido llamado “escoria”, “sociópata”, “la peor cara del capitalismo”.
En otro escenario, el magnate farmacéutico Martin Shkreli bien podría ser considerado un héroe. Sin embargo, hoy es uno de los hombres más detestados en la tierra de las barras y las estrellas.
¿Cómo llegó un inversionista de tan solo 32 años a ser un enemigo público en cuestión de apenas seis meses, o incluso menos?
Todo comenzó en agosto pasado, cuando la firma Turing Pharmaceuticals, propiedad de Shkreli compró los derechos de Darapim, un fármaco que figura entre la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud para combatir una infección parasitaria conocida como toxoplasmosis.
De hecho, Darapim es el único fármaco aprobado para tratar dicho padecimiento, según BBC . Aparte de las personas con deficiencia inmunológica, lo utilizan también las embarazadas y adultos mayores.
Afanado por ver crecer sus cuentas bancarias con rapidez, en setiembre Shkreli hizo que el precio de ese medicamento pasara de de $13,50 a $750. Sí, el aumento fue de más de un 5.000%.
Las reacciones, por supuesto, no se hicieron esperar. El inesperado aumento generó un tsunami de ira en las redes sociales y colocó a Shkreli en los titulares de todos los noticieros.
“Las compañías que nos precedieron lo estaban prácticamente regalando”, dijo a la cadena televisiva Bloomberg. “Teníamos que generar beneficios con este medicamento”, añadió.
Pese a que producir cada píldora de Darapim cuesta apenas $1 (sin incluir los costos de mercadeo y distribución), Shkreli justificó su decisión con el argumento de que ese es un fármaco especializado y mencionó que está invirtiendo las ganancias en mejorar la receta de producción, que ya tiene 63 años.
De hecho, comparó el Darapim –uno de los únicos dos productos que comercializa Turing Pharmaceuticals– con un lujoso automóvil Aston Martin que estaba siendo vendido a precio de bicicleta.
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“El drástico incremento tendrá un impacto directo en la capacidad de los pacientes para comprar los medicamentos que requieren”, escribió el senador y precandidato del Partido Demócrata Bernie Sanders, en una nota enviada a Shkreli.
En medio de un desesperado intento por acallar al senador, Shkreli se sacó una carta bajo la manga y anunció que había realizado una contribución de $2.700 a su campaña política.
El inversionista dijo a CNN que esperaba que su aporte le permitiera conocer al precandidato para discutir personalmente algunos asuntos relacionados con el negocio.
Sanders, quien en repetidas ocasiones ha criticado a la industria farmacéutica y ha señalado la necesidad de establecer topes en los precios de los medicamentos, rechazó la contribución y donó el dinero a una clínica.
Shkreli reaccionó en Twitter con su acostumbrado nivel de glamour : “DEMASIADO ENOJADO CON @BernieSanders. PODRÍA METERLE UN PUÑETAZO A UNA PARED!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!”.
Hillary Clinton, la contrincante de Sanders en el Partido Demócrata, tildó la manipulación del precio de Darapim como “una barbaridad” y prometió solucionar el problema si llegara a la Casa Blanca.
El mismísimo Donald Trump, precandidato presidencial por el Partido Republicano, se atrevió a criticar el comportamiento de Shkreli y señaló que “parece un niñito mimado”.
Abatido por el rechazo de la opinión pública, el inversionista prometió rebajar el precio del medicamento, pero no dejó claro en cuánto ni cuándo.
Pronto, a Shrekli pareció dejar de importarle la idea de jugar el rol de villano, y dio rienda suelta a lo que él mismo llamó “una forma de sarcasmo extremadamente rara” en una entrevista con Vanity Fair.
De hecho, el 4 de febrero enfureció al Congreso estadounidense, en medio de una comparecencia para analizar el dramático aumento en el precio de Darapim.
Con una sonrisa desafiante, Shkreli evadió responder a los cuestionamientos y, por consejo de su abogado, terminó por acogerse a la Quinta Enmienda de la constitución estadounidense, la cual establece que nadie puede ser forzado a declarar contra sí mismo.
“Puede volver a ver para otro lado si quiere, pero debería ver los rostros de las personas a las que usted está afectando”, espetó el republicano Elijah Cummings. “Usted es conocido como uno de los tipos malos de la industria farmacéutica”.
Cummings terminó su intervención con un: “Que Dios lo bendiga”, y pidió que Shkreli fuera escoltado hasta la salida.
Tras su comparecencia, el inversionista recurrió de nuevo a Twitter para desahogar su ira. “Es difícil de aceptar que estos imbéciles representen al pueblo en nuestro gobierno”, escribió.
Su abogado, Benjamin Brafman, intentó defenderlo y justificar los insultos contra los congresistas. “No quería ser irrespetuoso, pero la verdad es que algunas declaraciones hechas por miembros del comité fueron equivocadas, injustas y difíciles de escuchar sin responder”, dijo.
Afición a la polémica
Martin Shkreli se considera a sí mismo el “soltero más cualificado del mundo” y el “albanés más exitoso que pisó la faz de la Tierra”.
Lo cierto es que nadie le podría quitar sus méritos. Se crió en un vecindario de clase trabajadora en Brooklyn, hijo de inmigrantes albaneses y croatas que se dedicaban a labores de conserjes.
Shkreli era un niño fuera del promedio, y por eso fue admitido en una escuela especial para niños intelectualmente dotados. Luego, se graduó como bachiller en administración de empresas.
Sin embargo, era también un niño que padecía de depresión, según él mismo ha admitido. Un miembro de su familia padecía de una resistencia al tratamiento contra la depresión, lo que lo hizo interesarse en la química.
Fue así como, en el 2011, Shkreli comenzó a invertir en la industria farmacéutica. Su primera firma en este campo, Retrophin, lo expulsó, luego de que fuera acusado de manejar acuerdos legales de manera inapropiada.
En diciembre fue arrestado por un presunto fraude y por cargos de conspiración en sus negocios anteriores. Actualmente está en libertad, tras pagar una fianza de $5 millones.
Shkreli salió esposado de su casa en Los Hamptons en diciembre, acusado de cargos de conspiración y fraude. | FOTO: AFPAparte del aumento en el precio del Darapim y de su arresto, Shkreli se ha expuesto a la controversia de forma adrede.
En noviembre, pagó $2 millones para quedarse con la única copia que existe del álbum Once Upon A Time In Shaolin , de la agrupación Wu-Tang Clan.
El rapero RZA, miembro de la banda, salió al paso de las críticas y liberó una declaración en la que aseguraba desconocer las prácticas comerciales de Shkreli cuando se concretó el trato, en mayo.
En una entrevista para el portal Hip Hop DX , Shkreli dijo sentirse insultado por los comentarios de RZA. “¿Qué rayos significa eso? Yo genero dinero, eso es lo que hago. ¿A qué pensaba que me dedico, a hacer galletas? No, hijo de puta, yo vendo fármacos”, aseveró.
En la misma entrevista, Shkreli dijo que no compartiría el álbum con nadie, pero que dejaría a la cantante Taylor Swift escucharlo a cambio de favores sexuales.
La tormenta que afrontó el empresario no parece haberle dejado alguna lección. Dos semanas después del embrollo por Once Upon A Time In Shaolin , hizo una encuesta en Twitter para preguntar a sus seguidores cuál álbum debería comprar después. El 49% de los votos apuntaron al de Kanye West.
Shkreli no podría estar más satisfecho, pues asegura que el álbum debut de este rapero, The College Dropout , fue el que lo “inspiró a tener éxito a una edad temprana”.
Este 12 de febrero, Shkreli ofreció $10 millones a Kanye West para que le venda en forma exclusiva su nuevo disco, The Life of Pablo , lo cual implica que no podría liberarlo para sus fans.
“Kanye y su sello discográfico están legalmente obligados a hacer la oferta a su junta directiva. Esto debería retrasar el álbum un par de días”, tuiteó Shkreli, quien, por demás, acostumbra a subir a esa red social fotos de costosas botellas de vino, selfies en helicópteros o en su lujosa mansión en Los Hamptons.
Aunque el empresario albanés se ha referido a sí mismo como un “Robin Hood”, lo cierto es que la opinión pública dista mucho de otorgarle ese calificativo. Bien lo dice Vanity Fair : “Shkreli es indudablemente brillante y tiene un grupo de seguidores que prácticamente le rinden culto en línea y en el mundo real, y además ha generado una lealtad tremenda entre algunos inversionistas y empleados. Pero a su paso ha dejado también una estela de demandas, desilusión y odio rotundo”.