Tras la catástrofe del 29 de octubre del 2012, se había desatado una ola de solidaridad sobre esta península aislada, al sur del aeropuerto JFK, donde el 20% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, a años luz de Manhattan.
Actores, deportistas, celebridades y voluntarios de todo el mundo se habían acercado a ayudar en la distribución de ropa y víveres y las tareas de limpieza.
Sandy había inundado la costa de los Rockaways y provocado daños en miles de casas, pulverizando el paseo peatonal costero. Miles de personas, entre ellos muchos ancianos, se encontraron sin electricidad ni calefacción al principio del invierno.
“Hemos distribuido en total unas 80.000 comidas, toneladas de agua, miles de frazadas y otros productos de primera necesidad”, recuerda con orgullo el reverendo Les Mullings, pastor de la iglesia de nazarenos de Far Rockaway.
La ciudad comenzó a construir un inmenso muro de cemento de 1,60 metros de altura, reforzado con enormes bolsas de arena, para proteger a las casas que dan al océano, por ejemplo en el barrio más coqueto de Belle Harbor.
Pero el paseo junto al mar, un lugar favorito de los ancianos, aún no fue reparado y algunas tiendas, como el supermercado “Key food”, están cerradas y en alquiler.
“La gente debe tomar el autobús si quiere productos frescos. Aquí la alimentación es un problema enorme, con un impacto en la salud”, agrega Barth, coordinador de Médicos del Mundo, que abrió un dispensario gratuito en la zona para los adultos sin seguro médico.