Puerto Príncipe. AFP. Dos blindados de la Marina brasileña avanzan en la noche por las tortuosas y oscuras calles de Puerto Príncipe con 14 fusileros fuertamente armados; no hay disparos y la aparente tranquilidad muestra la frágil paz que vive Haití casi una década después de la llegada de la ONU en 2004.
Los blindados Piraña abren la compuerta y los soldados recorren ya sin el armamento pesado y a pie las calles de una favela y los laberínticos pasadizos de un campamento de desplazados del terremoto de 2010, compuesto por centenares de rudimentarias barracas construidas con palos y sacos.
Inspecciones como esta son la rutina en el país dividido en sectores entre las tropas que integran los cascos azules de la ONU, buena parte de ellas sudamericanas.
El efecto disuasorio de la masiva presencia armada es grande. Ello permite un acercamiento mayor de los cascos azules, que llevan agua potable, médicos y hasta animadas sesiones de cine a las comunidades más pobres.
No era así cuando las tropas de la ONU llegaron en el 2004, debido al conflicto desatado tras la salida del expresidente Jean Bertrand Aristide. “Muchos de estos barrios fueron conquistados en enfrentamientos a balazos, calle a calle”, explica el comandante del contingente brasileño, el de mayor presencia en Haití , coronel Rogério Rozas.
Pero la pobreza es una puerta abierta a la violencia, denuncia Leonard Gregory, líder comunitario de Bel Air, el corazón político de la capital de Haití, con gran incidencia de la violencia.
En Haití , tres de cada cuatro de los diez millones de habitantes son pobres; el acceso al agua, la electricidad o incluso la vivienda en condiciones es muy deficitario y todavía 350.000 personas viven en miserables campamentos de desplazados desde el terremoto que en 2010 mató a 220.000 personas.
El país avanza hacia una transición que llevará a la todavía precaria Policía Nacional a asumir la seguridad. “Un aspecto primordial del mandato de la ONU es reestructurar la Policía. Una Policía eficiente y capaz es una condición para que la misión termine su mandato en lo relativo a la seguridad”, expresa el comandante de la fuerza militar de la ONU en Haití, el brasileño Fernando Rodrigues Goulart.
El Gobierno acaba de lanzar un plan para llevar de 10.000 a 15.000 los efectivos de su Policía hasta el 2016. Esta Policía ya acompaña las patrullas y asume parte de las responsabilidades de seguridad.
Según Daniel Delva, un haitiano que coordina programas de pacificación de favelas de la ONG brasileña Viva Río, la delincuencia ha aumentado tras el terremoto. “Miles de reos escaparon de las cárceles, el desempleo es gigante, no hay programas para los jóvenes que den alternativas”, puntualiza.