Zagreb. EFE Tras ocho años de negociación y espera, el periodo más largo al que se ha sometido a un país candidato, Croacia llega hoy a la meta de la Unión Europea (UE) en plena crisis económica, con un europeísmo disminuido y consciente de que queda mucho por hacer.
“Para Croacia, la entrada en la UE significa un ‘retorno a casa’, al círculo cultural europeo, que llena a los croatas de orgullo” , describió la ex primera ministra Jadranka Kosor, quien en julio de 2012 cerró oficialmente las negociaciones de acceso comunitario.
Pero esa visión optimista y positiva no es la única sobre la entrada en la UE. Por ejemplo, el sociólogo Andjelko Milardovic, director del Instituto de Ciencias Políticas de Zagreb, destaca que los croatas “ya no están entusiasmados” sobre su entrada en la UE.
Eso se hizo evidente en abril cuando apenas un 21% de los ciudadanos con derecho a voto acudió a las primeras elecciones para el Parlamento Europeo.
Si hace ocho años el 80% de la población se mostraba emocionada con la idea de ser ciudadano de la UE, hoy solo el 61% quiere ver a su país en el club comunitario.
Preocupados por su entorno. Según Milardovic, los croatas ven que no solo en su país las reformas y las privatizaciones han causado víctimas económicas, sino que “observan lo que pasa en otras partes, que enormes capas de la población serán perdedoras, como está ocurriendo hoy en España”.
Cuando comenzaron las negociaciones de acceso, en 2004, nadie en el país esperaba que se prolongaran el doble de tiempo que con la vecina, y en ocasiones rival, Eslovenia, ni que el tramo final del proceso llegara en plena crisis.
Pese a ello, Kosor destaca que la larga espera no fue solo negativa.
“Por medio de las negociaciones tuvimos que resolver también las difíciles secuelas de la guerra, organizar juicios para crímenes bélicos, el retorno de los refugiados y cumplir los requisitos del Tribunal Internacional para delitos de guerra en la exYugoslavia”, explica.
Por ejemplo, bajo su mandato, se detuvo y condenó, a diez años de cárcel, en el 2012, al exprimer ministro Ivo Sanader (2003-2009).
Aún mucha corrupción. Aunque ese caso fue un triunfo en la lucha contra la corrupción política, Croacia sigue siendo el segundo país más corrupto de Europa en el ámbito de los negocios, según un reciente ranquin de la consultora Ernst&Young.
Las negociaciones de acceso se prolongaron, además, producto de varios bloqueos desde Eslovenia por cuestiones bilaterales, y por la introducción, del lado de Bruselas, de criterios más estrictos.
Fuerza estabilizadora. Como miembro de la OTAN desde 2009, Croacia se ha presentado como un factor de estabilidad y cooperación en los Balcanes, una región sacudida por una serie de guerras en la década de 1990.
Zagreb incluso se ha ofrecido a ayudar a Serbia, enemiga en esa época, en su camino hacia la UE.
Por su parte, Neven Mimica, viceprimer ministro y futuro comisario europeo para el Consumo, está convencido de que la entrada en la UE “asegurará a Croacia, a largo plazo, estabilidad política y económica” y que el país “sabrá aprovechar la oportunidad para el desarrollo que ofrece un mercado único de 500 millones de consumidores, así como los recursos de los fondos estructurales y de cohesión”.
Ese optimismo parece real mientras uno pasea por el centro de Zagreb o los centros turísticos de la costa del Mar Adriático.
Desigualdad. Sin embargo, la imagen es muy diferente en el interior del país, donde abundan los comercios y fábricas cerradas. El desempleo es elevado (20% en promedio nacional), por lo que los jóvenes emigran a las ciudades.
“Ni durante la guerra vimos miseria como ahora”, dice el presidente de la asociación de jubilados de Sisak, ciudad a 50 kilómetros de Zagreb. En esa onda pesimista, Ljubo Jurcic, profesor de la Facultad de Economía de Zagreb, destaca que Croacia entra en la UE “con más problemas económicos que nadie”, superado tal vez solo por Grecia.