Con absoluta impunidad, unos 15 hombres armados con fusiles de asalto y pistolas automáticas ingresaron la noche del jueves a la comisaría de la Policía Nacional Civil (PNC) de Salcaja, un pacífico pueblo del departamento de Quetzaltenango, ubicado a 200 kilómetros al oeste de la capital.
Ocho agentes que recién concluían su horario de trabajo y que, desarmados, se aprestaban a cenar y descansar tras la jornada, fueron sorprendidos: siete murieron en el lugar debido a la gravedad de las heridas y uno más falleció en la sala de urgencia de un hospital.
El subinspector Carlos Augusto García, fue sacado a golpes e introducido en uno de los tres vehículos en que se conducían los atacantes: hasta ahora sigue secuestrado.
El presidente Otto Pérez Molina aseguró el viernes que la matanza la cometió uno de los tres grupos de narcos que operan en el suroeste del país, pero dijo desconocer cuál, así como el móvil de la matanza.
Un investigador de la agencia antidrogas de la PNC, en cambio, cree que “hay razones” para pensar que los sicarios pertenecen a narcotraficantes que actúan en Santa Ana Huista, departamento de Huehuetenango, el cual “a veces” opera junto a alguno de los carteles mexicanos “que no es el de Los Zetas”.