México. aP. Las vacaciones de Semana Santa ya acabaron, pero ningún maestro se ha presentado en una escuela para niños indígenas en las afueras de Atliaca, en la sierra al sur de México.
A poca distancia de ese centro educativo, miles de profesores marchan por las calles en la capital del estado. Algunos llevaban el rostro cubierto y blandían palos y tubos de metal en una agudización del enfrentamiento por la reforma educativa que se ha convertido en una prueba crucial del proyecto del presidente Enrique Peña Nieto para transformar una de las instituciones más disfuncionales de México.
La disputa ha capturado los titulares de la prensa en México y frena el avance de la reforma educativa nacional en la que Peña Nieto confía como una primera avanzada para impulsar cambios más controvertidos. Estos incluyen abrir la compañía petrolera estatal a la inversión privada y extranjera, y ampliar la base fiscal de México, posiblemente con la aplicación del IVA a alimentos y medicinas.
La primera victoria legislativa importante de Peña Nieto después de asumir en diciembre la Presidencia fue una enmienda constitucional que eliminó una práctica que había persistido durante décadas en México en la que se vendían las plazas de maestros y a las que ahora se accederá mediante un examen nacional homogéneo.
Este cambio es una herejía para un grupo disidente de un sindicato de maestros de escuelas primarias y secundarias en Guerrero, uno de los estados más pobres y con los peores niveles educativos.
Los docentes afirman que el examen es parte de una conjura para despedirlos masivamente en un paso para privatizar la educación, aunque hay poca evidencia de que ese sea el propósito del Gobierno.
Los 20.000 integrantes del grupo disidente han protestado en las calles una y otra vez y cientos de miles de niños han quedado sin clases.