Más de 100.000 haredim (“los que temen a Dios”) protestaron en Jerusalén y Bnei Brak, cerca de tel Aviv, contra un fallo de la Corte Suprema que se opone a la segregación entre niños askenazis (judíos oriundos de Europa del este) y sefardíes (oriundos por lo general de Africa del norte y Turquía) en una escuela religiosa.
Una minoría de religiosos se niega incluso a participar en la vida del Estado. Sin embargo, dos partidos ultraortodoxos, que en total tienen 16 diputados, forman parte de la coalición de derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu y desempeñan un papel importante en las decisiones gubernamentales.
La prensa israelí hablaba el jueves de “crisis cultural” entre los religiosos y el resto de la población, y el exdiputado de izquierda Yossi Sarid denunció “la declaración de guerra cultural de los haredim”.
Los ultraortodoxos son más de la tercera parte de los 500.000 habitantes judíos de la Ciudad Santa, el 10% de la población judía de Israel, pero su influencia es mayor.