Jerusalén (AFP). Cuando Barack Obama llegue de visita esta semana a Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu recibirá a un presidente, que según la prensa, lo trató de cobarde.
Sin embargo, a estos líderes no les queda más remedio que ponerse de acuerdo, aunque sea para hacerle frente a la controversia sobre el programa nuclear iraní, el gran tema de la relación Israel-Estados Unidos.
Netanyahu insiste en tomar una posición ofensiva ante Irán, mientras que Obama prefiere un enfoque diplomático.
Por otro lado, en marzo de 2010, el presidente Obama prefirió cenar en familia y no con Netanyahu después de una conversación acalorada en la Casa Blanca sobre la colonización en los territorios palestinos ocupados, que el mandatario israelí se ha negado a congelar.
En mayo de 2011, el primer ministro rechazó delante de las cámaras la propuesta de Obama de crear un Estado palestino con las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967.
Otra cosa que tampoco pasó desapercibida fue el apoyo de Netanyahu al candidato republicano Mitt Romney.
Más recientemente, según declaraciones recogidas por un editorialista estadounidense, Obama criticó la “cobardía” de Netanyahu ante la presión de los colonos, que tendrán un peso importante en su gobierno a través del partido Hogar Judío.
A pesar de estas diferencias ambos países aseguran que las relaciones personales complicadas entre el inquilino de la Casa Blanca y el primer ministro israelí no impiden la colaboración.
“Me he reunido con Netanyahu más que con ningún otro dirigente. Tenemos una formidable relación profesional: él es muy directo conmigo en cuanto a sus opiniones sobre varios asuntos, y yo soy muy directo en cuanto a mis opiniones. Pero logramos hacer cosas”, dijo Obama el jueves a la televisión israelí.
Del lado israelí el discurso es similar.
“Los jefes de Estado son gente pragmática. Las diferencias del pasado no cuentan”, afirma Danny Ayalon, exembajador en Estados Unidos y hasta hace poco número dos del ministerio israelí de Relaciones Exteriores.