“Cruzar la frontera era arriesgar la vida. En aquel momento, el telegrama era la única forma de informar a la familia”, dice Santosh.
Relegado por la revolución tecnológica, el telegrama desaparecerá oficialmente el 15 de julio, llevándose consigo legiones de empleados en bicicleta que se encargan de transmitirlos a los destinatarios.
Como el lunes 15 de julio es feriado, ayer fue el último día hábil para utilizar el servicio.
Antes de la llegada de los teléfonos móviles y de Internet, los telegramas eran la principal forma de comunicación. En 1947, fecha de la independencia de India de la era colonial británica, se enviaron 20 millones de mensajes.
En 2012, el número de telegramas cayó a 40.000, procedentes, en su mayoría, de la Administración Pública que enviaba mensajes a las regiones remotas de este enorme país de 1.200 millones de personas.
Las primeras líneas de telégrafos las instalaron los británicos en 1851 en Calcuta, entonces la capital colonial. Con una extensión de 40 kilómetros, salían del río Hooghly y comunicaban con un puerto importante del golfo de Bengala. Para finales de ese siglo, había 200.000 kilómetros de cables y el servicio se usaba por cualquier motivo.
Los mensajes, que siempre se entregaban en mano, anunciaban fallos judiciales, horas de llegada, nacimientos, clima, la guerra y la noticia más temida: la muerte de un allegado.
R.K. Rai, un telegrafista retirado de Nueva Deli, recuerda la colmena que era su servicio, con centenares de empleados tecleando los mensajes en Morse, el código usado en las máquinas. “La oficinas parecían fábricas. A veces, era como conocer todos los detalles de la vida de nuestros clientes; la palabra ‘intimidad’ no existía en el diccionario de nadie”, concluye.