Brasilia. AFP y EFE. La odisea del diplomático brasileño Eduardo Saboia y el senador boliviano de oposición Róger Pinto, a quien ayudó a fugarse a Brasil, podría ser digna de una película, aunque con un final aún desconocido.
Como en el filme Argo , que relata la historia real de un agente de la CIA que rescató a diplomáticos estadounidenses en la revolución iraní, Saboia –encargado de negocios de la embajada de su país– también tuvo que armar su propio plan para sacar a Pinto de La Paz, sin ser visto.
Saboia estaba a cargo de la legación, a la espera de que un nuevo embajador llegara a La Paz.
Si bien las circunstancias en que se producen los hechos son distintas, la propia presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, reconoció que en esta fuga se puso en riesgo la vida del asilado.
Rousseff tildó de “inaceptable” que el senador boliviano haya salido de su país y llegado a Brasil sin un salvoconducto del gobierno de Evo Morales.
Prófugo en su país. Pinto es considerado prófugo de la Justicia en Bolivia, tras ser sentenciado por mal uso de recursos públicos. El senador ha denunciado a su vez que funcionarios del gobierno de de Morales están involucrados en corrupción y narcotráfico.
Para Saboia –que aseguró no ser de oposición y que incluso votó por Rousseff en las elecciones– solo había una apariencia de negociación entre ambos Gobiernos para solucionar el tema.
Según los ministerios brasileños involucrados –Defensa y Relaciones Exteriores–, nunca supieron nada. Mientras, el gobierno de Bolivia manifestó ayer que analizaba la opción de iniciar una solicitud de extradición.
Lloró al recordar. Saboia lloró al contar la historia de la fuga. Una foto suya en el diario Folha mientras es entrevistado muestra una lágrima asomándose bajo el borde de sus anteojos de intelectual.
Ferviente católico, contó que “escuchó la voz de Dios” pedirle sacar a Pinto de la embajada, un argumento probablemente poco válido para el Gobierno que, tras la acción de Saboia, relevó del cargo a su jefe, el canciller Antonio Patriota.
Saboia dijo que notificó unas 600 veces a Itamaraty (sede de la diplomacia brasileña) sobre el deterioro de la situación de Pinto. Finalmente, lo puso en un coche de la embajada brasileña, escoltado por otro automóvil diplomático con militares brasileños. Viajaron por 22 horas.
El diplomático explicó que fueron detenidos en el camino varias veces por policías bolivianos. La inmunidad diplomática servía, pero no tanto en medio de la vía.
Tanto así es que en una ocasión revisaron el automóvil durante una hora, pero no se atrevieron a pedir los documentos de Pinto. “Pasamos de 4.600 metros de altitud a 400. No paramos. Solo llevaba plátanos y nueces para comer. El senador vomitó”, contó.
En la última parte del recorrido, Saboia y Pinto rezaron porque la gasolina se acababa. “Fue un milagro de la multiplicación de la gasolina”, recordó Saboia. En Corumbá, Bolivia, Pinto tomó un avión privado a Brasilia, acompañado por Ricardo Ferraço, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado.