Kuwait EFE La III Conferencia de Donantes de Siria fue clausurada ayer con la desazón de no haber logrado recaudar ni la mitad de los $8.700 millones que pedía la ONU, pero con la clara conciencia del reto de distribuir eficazmente la ayuda.
Pese al despliegue de medios ofrecido por el emirato anfitrión para lograr ese objetivo, la capital kuwaití no fue precisamente escenario del derroche de promesas, que solo lograron sumar $3.800 millones.
No obstante, los portavoces de las delegaciones trataron de exhibir su compromiso con la paz en la región.
La Unión Europea, con 1.100 millones de euros ($1.190 millones), EE. UU. con $507 millones y el propio Kuwait con otros 500 millones de euros ($540 millones) sumaron $2.700 millones, más de la mitad de la cantidad ofrecida por los donantes, aunque los compromisos para el reasentamiento de los refugiados más vulnerables quedaron por concretar.
Algunos países, como Estados Unidos, supeditaron las cifras a los procesamientos migratorios y el resultado de los escrutinios de seguridad.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, apeló a la generosidad de los donantes, pero también exigió una respuesta política que ponga fin a cinco años de guerra que están pasando una desestabilizadora factura a los vecinos.
Ban mostró irritación por la incapacidad con la que la comunidad internacional afronta esta crisis humana que algunos portavoces de las agencias de la ONU definen como la más grave desde la Segunda Guerra Mundial.
Al margen de las cifras de refugiados, desplazados internos, proyectos de entrega de ayuda y suministros, los responsables de las agencias de la ONU insistieron en la urgencia de desembolsar los fondos para que muchos programas no sean interrumpidos ya por la falta de recursos.
Solución política. También reiteraron la necesidad de buscar la solución política sostenible a largo plazo, pues sus acciones para atender la desesperanza y falta de suministros esenciales no resuelven la crisis que, en palabras del comisionado para los Refugiados, Antonio Guterres, está haciendo que la región se tambalee.
Su colega responsable de las emergencias lo resumió con claridad y contundencia: “Cada día que pasa, la situación empeora”.
Aunque delegaciones como la estadounidense señalaron al Gobierno de Damasco por torpedear la ayuda con trabas a su distribución y al grupo terrorista Estado Islámico por acrecentar el sufrimiento de las víctimas, la mayoría de los portavoces prefirió centrar sus discursos en la voluntad de estabilizar la región.
Ban destacó como el desafío más urgente las dificultades sobre el terreno por los combates y la proliferación de puestos de control de las tropas gubernamentales, la oposición y los grupos armados.
Recordó que cinco millones de sirios no reciben la ayuda por la falta de acceso y recordó la entrega de los 69 trabajadores humanitarios muertos el pasado año.
Tal vez para eludir un debate concentrado en fondos económicos, el máximo responsable de la ONU advirtió de que “los crímenes de guerra no quedarán impunes” y consideró su esclarecimiento una deuda con los sirios.
Quizás esa es una de las escasas respuestas que él puede dar a esos niños que, como contó, le preguntan en los campamentos de refugiados: “¿qué hemos hecho?, ¿por qué estamos aquí?, ¿cuándo volvemos a casa?”.
“No tengo respuesta”, admitió un apesadumbrado secretario general, que no ahorró palabras de elogio para el anfitrión de la conferencia, el emir de Kuwait, Sabah al Ahmad al Sabah.
Quien lanzó una andanada crítica a sus antiguos colegas europeos fue el exprimer ministro portugués y comisionado para los Refugiados, al recordarles que sólo con la vigilancia de fronteras no se detendrá esta tragedia.
Guterres pidió a los países europeos que mantengan abiertas sus puertas a las víctimas de la guerra en Siria.
Las reacciones al término de la conferencia entre las organizaciones no gubernamentales no se hicieron esperar y así Andy Baker, de Oxfam, recordó el tremendo peso que supone la crisis siria en los países vecinos al tiempo que animaba a los donantes más comprometidos a continuar presionando a los más tibios.