El mexicano Diego Rivera era su modelo más que Picasso o cualquier otro pintor europeo o estadounidense y en su casa–taller bogotana, un verdadero museo no solo por la cantidad de obras de su autoría que reúne, atesoró también una colección de los grandes artistas latinoamericanos que amaba.
“ La conciencia de nuestro pasado indígena, la conquista por los españoles y la llegada de los esclavos de África afianzan mi identidad”, escribió Hoyos en un artículo autobiográfico para la revista cultural española Intramuros , este año.
Aunque es conocida sobre todo por sus coloridos cuadros de las vendedoras de frutas del Caribe colombiano y sus “platones” o palanganas con papayas, patillas y bananas, su arte va mucho más lejos; es un pronunciamiento contra la esclavitud y la desigualdad.
Anamer, como la llamaban su familia y sus amigos, hizo el camino inverso al de otros artistas, empezó siendo abstracta y pasó a ser figurativa para “recuperar el mundo”, dijo a EFE, en marzo pasado.
Hoyos realizó exposiciones individuales en museos y galerías de ciudades como Bogotá, Washington, La Coruña (España), Ciudad de México, Lima y Tokio.