Ahora que la Oficina de Presupuesto del Congreso ha negado explícitamente el haber dicho que el Obamacare destruye empleos, algunos republicanos (aunque de ninguna manera todos) han dejado de mentir respecto a ese asunto y han recurrido a un argumento diferente.
Está bien, conceden, cualquier reducción en horas de trabajo debido a la reforma en atención de la salud será una escogencia voluntaria de parte de los trabajadores mismos, pero sigue siendo algo malo porque, en la forma que el representante Paul Ryan lo interpreta, perderán “la dignidad del trabajo”.
Así las cosas, hablemos de lo que significa en los Estados Unidos del siglo XXI.
Está muy bien hablar en abstracto acerca de la dignidad del trabajo, pero sugerir que los trabajadores pueden tener igual dignidad pese a la gigantesca desigualdad en la paga es sencillamente tonto. En el 2012, los 40 principales administradores y negociadores de fondos de protección en forma combinada ganaron $16.700 millones, lo que equivale a los salarios de 400.000 trabajadores ordinarios.
Dado ese tipo de desigualdad, ¿puede alguien creer realmente en la dignidad igual en el trabajo?
De hecho, la gente que parece menos inclinada a respetar los esfuerzos de los trabajadores ordinarios son los ganadores de la lotería de la riqueza.
Y hay otro grupo que no respeta a los trabajadores: los políticos republicanos.
En general, los trabajadores estadounidenses son mejores en cuanto a apreciar su propia valía que los ricos o los políticos conservadores en cuanto a mostrarles siquiera el mínimo respeto.
Sin embargo, decenas de millones de estadounidenses saben por experiencia que el trabajar esforzadamente no es suficiente para lograr seguridad financiera, o una educación decente para sus hijos, y que muchos tampoco podían conseguir seguro para la salud o estaban desesperadamente temerosos de perder empleos que incluían el seguro, hasta que la Ley de atención médica asequible entró a regir el mes pasado.
Ante ese tipo de lucha diaria, hablar acerca de la dignidad del trabajo suena hueco.
Entonces, ¿qué daría a los trabajadores estadounidenses más dignidad en sus vidas, pese a las gigantescas disparidades en cuanto al ingreso? ¿Qué hay de asegurarles lo esencial –atención médica, oportunidades para sus hijos, un ingreso mínimo— incluso en el caso de que su patrono los despida o de que sus empleos se manden al extranjero?
Trabajo digno
Hay que pensar las cosas: ¿Existe algo que haya hecho tanto para realzar la dignidad de los adultos mayores estadounidenses, para rescatarlos de la miseria y la dependencia que una vez fueran tan corrientes entre los ancianos, que la Seguridad Social y Medicare?
En Washington, los fustigadores fiscales han convertido “derechos” en una mala palabra, pero es precisamente el hecho de que los estadounidenses tengan derecho a recibir la compensación de la Seguridad Social y que estén cubiertos por Medicare, sin cuestionamientos, lo que hace que estos programas confieran tanto poder y sean tan liberadores.
Por el contrario, el empuje de los conservadores para desmantelar buena parte de la red de seguridad social, para reemplazarla con programas mínimos y caridad privada, es, en efecto, un esfuerzo por quitar la dignidad a los trabajadores de menores ingresos. Y es algo más: un asalto contra su libertad.
Los conservadores estadounidenses modernos hablan mucho acerca de la libertad y se burlan de los liberales que defienden un “estado niñera”. Pero en lo que se refiere a los estadounidenses que pasan por malos momentos, los conservadores se vuelven insultantemente paternalistas y acomodados congresistas sermonean a las familias luchadoras sobre la dignidad del trabajo. Y también se vuelven defensores de un gobierno altamente entrometido. Por ejemplo, los republicanos en la Cámara trataron de incorporar una previsión en la legislación agraria que hubiera permitido a los estados hacer obligatorio el examen para determinar el consumo de drogas a los beneficiados con bonos para alimentos.
La verdad es que, si a uno en realidad le importan la dignidad y la libertad de los trabajadores estadounidenses, debería estar a favor no de menos sino de más derechos y de una red de seguridad social más fuerte, no más débil.
Y uno debería, en particular, apoyar y celebrar la reforma en salud. No importan todas esas afirmaciones de que Obamacare significa esclavitud, la realidad es que la Ley de atención médica asequible dará poder a millones de estadounidenses al otorgarles exacamente el tipo de dignidad y de libertad que los políticos solamente simulan amar.
Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía ( 2008).