El miércoles 5 de febrero, Douglas Elmendorf, director de la Oficina de Presupuesto del Congreso –que es independiente de los partidos– dijo lo obvio: perder el empleo y optar por trabajar menos no son la misma cosa. Si uno pierde el empleo, sufre inmensos apuros personales y financieros. Si, por el contrario, uno decide trabajar menos y pasar más tiempo con la familia, “no nos compadecemos. Felicitamos”.
Y ahora sabemos todo lo que necesitamos saber acerca de la más reciente de las falsedades en la siempre mentirosa campaña contra la reforma en salud.
Demos marcha atrás. El martes 4, la Oficina de Presupuesto dio a conocer un informe sobre el panorama fiscal y económico que incluía dos apéndices dedicados a los efectos de la Ley de Atención Médica Asequible .
El primero de esos apéndices no atrajo mucha atención de los medios informativos, sin embargo, era, en realidad, un bombazo. Buena parte de la discusión pública sobre la reforma en salud todavía está matizada por el horrible arranque de Obamacare y supone que el programa continúa siendo un desastre. Algunos hemos hecho notar que, últimamente, las cosas han estado marchando de mucha mejor manera, pero ahora eso es más o menos oficial. La oficina presupuestaria pronostica que el número de quienes se inscribieron en las bolsas de salud el primer año se quedará modestamente corto en comparación con lo que se esperaba, mientras que un número casi igual de estadounidenses que no tienen seguro lo obtendrán, como lo había predicho la primavera pasada.
Sin embargo, a esta buena noticia la eclipsaron a falsos alegatos respecto al significado del segundo apéndice para la oferta de mano de obra.
Siempre ha estado claro que la reforma en salud inducirá a algunos estadounidenses a trabajar menos. Algunas personas, por ejemplo, se jubilarán a una edad más temprana, porque ya no necesitarán seguir trabajando para mantener su seguro de salud. Otras reducirán el número de horas que trabajan con el fin de pasar más tiempo con sus hijos, porque el seguro ya no estará supeditado a tener empleo de tiempo completo. Más sutilmente, el incentivo para trabajar se verá un tanto reducido debido a subsidios para seguro de salud que disminuyen conforme sus ingresos aumentan.
La Oficina de Presupuesto ha subido ahora su estimación del tamaño de estos efectos. Cree que la reforma en salud reducirá el número de horas trabajadas en la economía entre un 1,5% y un 2% que –con poco espíritu de servicio– hizo notar “representa una declinación en el número equivalente de trabajadores de tiempo completo de alrededor de 2 millones”.
¿Por qué resulta esto de poca ayuda? Porque los políticos y, siento decirlo, demasiadas organizaciones dedicadas a la difusión de noticias inmediatamente se aprovecharon de la cifra de 2 millones y tergiversaron totalmente su significado. Por ejemplo: el representante Eric Cantor, líder de mayoría de la Cámara, de inmediato puso lo siguiente en su cuenta de Twitter: “Con Obamacare, millones de laboriosos estadounidenses perderán sus empleos y aquellos que los mantengan verán sus horas laborales y sus salarios reducidos”.
Ni una sola palabra de esta afirmación era cierta. El informe de la Oficina de Presupuesto no decía que la gente perdería los empleos. Declaraba explícitamente que la disminución en horas laboradas vendrá “casi enteramente porque trabajadores escogerán reducir la oferta de mano de obra” (énfasis agregado). Como ya hemos visto, Elmendorf hizo lo mejor que pudo al día siguiente para explicar que las reducciones voluntarias en el número de horas trabajadas no se parecen en nada a pérdida involuntaria de empleo. Eh, y debido a que la oferta laboral se reducirá, los salarios subirán, no bajarán.
Debemos agregar que la Oficina de Presupuesto cree que la reforma en salud en realidad reducirá el desempleo en los próximos años.
Para ser claros, la disminución en las horas laborales que se predice a largo plazo no es una cosa buena en su totalidad. Los trabajadores que optan por pasar más tiempo con sus familias se beneficiarán, pero también impondrán cierta carga sobre el resto de la sociedad, por ejemplo, pagando menos en impuestos sobre la planilla y sobre la renta. Por lo tanto, Obamacare tiene un costo por encima de los subsidios para seguros. Cualquier intento de sacar cuentas, sin embargo, sugiere que estamos hablando de costos bastante bajos, no de los “efectos devastadores” que Cantor afirmó en su siguiente intervención en Twitter.
Entonces, ¿fue Cantor deshonesto? ¿O sencillamente ignoraba los puntos básicos de la política y no estaba dispuesto a en verdad leer el informe antes de proclamar su tergiversación de lo que decía? No importa, porque aún en el caso de que se tratara de ignorancia, era ignorancia caprichosa. Recuerden que la campaña contra la reforma en salud se ha aprovechado, en cada una de las etapas, de cualquier y todo argumento que pudiera encontrar en contra de asegurar a los que no están asegurados, sin que la verdad y la lógica entrarán nunca a formar parte del asunto.
Pensemos en eso. Tuvimos los inexistentes paneles de la muerte. Tuvimos falsas afirmaciones de que la Ley de Atención Médica Asequible provocará que el déficit se infle. Tuvimos supuestas historias de horror respecto a estadounidenses ordinarios que enfrentaban gigantescos aumentos en las tasas, historias que se vinieron abajo cuando se analizaron. Y ahora tenemos un estimado técnicamente inocuo que se malinterpreta como si fuera un daño económico masivo.
Mientras tanto, la realidad es que la reforma estadounidense en salud –con tantas fallas como tenga y tan incompleta como es– está avanzando a paso firme. No, millones de estadounidenses no perderán sus empleos, pero decenas de millones sí ganarán la seguridad de saber que pueden obtener y pueden pagar la atención médica que necesitan.
Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía ( 2008).