La hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud. Por eso, cuando uno ve algo como el actual barullo de los republicanos para declarar su honda preocupación por los pobres de los Estados Unidos, es una buena señal, indica un cambio positivo en las normas sociales.
Y el gran nuevo informe sobre la pobreza del Comité de Presupuesto de la Cámara, liderado por el representante Paul Ryan, ofrece razones adicionales para el optimismo. Ryan solía confiar en la “escolaridad” de lugares como la Fundación Heritage.
¿Recuerdan cuando la Heritage declaró que el presupuesto Ryan reduciría el desempleo a un ridículo 2,8% y después trató de esconderse? Esta vez, sin embargo, Ryan cita una gran cantidad de investigación real en ciencias sociales.
Desafortunadamente, la investigación que cita en realidad no sustenta sus afirmaciones. Lo que es más importante, su premisa entera respecto a por qué persiste la pobreza es demostrablemente errónea.
Para comprender de dónde viene el nuevo informe, ayuda recordar algo que Ryan dijo hace dos años: “No queremos convertir la red de seguridad en una hamaca que arrulle a personas que gozan de todas las facultades para que lleven vidas de dependencia y complacencia, que les roben la voluntad y el incentivo para sacar el mejor provecho a sus existencias”. En realidad aquí hay dos afirmaciones. Primero, los programas contra la pobreza dan lugar a la complacencia; es decir, desalientan el trabajo. Segundo, la complacencia –la falla de los pobres en cuanto a trabajar tanto como deberían hacerlo– es lo que perpetúa la pobreza.
El informe del comité del presupuesto tiene que ver casi enteramente con la primera afirmación. Hace notar que se ha producido una gran disminución en la participación de la fuerza laboral y asegura que los programas contra la pobreza, que reducen el incentivo para trabajar, son una de las razones principales para esta declinación.
En algunos casos, Ryan y colegas exponen de manera completamente errónea lo que dice la investigación, con lo que provocan airadas protestas de un buen número de prominentes eruditos por la tergiversación de su trabajo. Más a menudo, sin embargo, el informe se empeña en argumentación mediante insinuaciones. Hace una afirmación sobre los malos efectos de un programa, después menciona un número de estudios de ese programa y, por lo tanto, deja la impresión de que esos estudios sustentan su afirmación, aunque no lo hacen.
¿Qué dice en verdad la investigación erudita sobre los programas contra la pobreza? Tenemos evidencia bastante buena sobre los efectos de los cupones para alimentos y Medicaid, cuyos presupuestos proponen recortarlos drásticamente. Los cupones para alimentos, parece, sí llevan a una reducción en el trabajo y las horas laborales, pero el efecto es modesto. Medicaid tiene poco efecto –si es que lo tiene– en el esfuerzo laboral.
En todos los aspectos, este es el veredicto de una amplia encuesta: “Si bien muchos programas tienen significativos efectos secundarios, su impacto en conjunto es muy pequeño”. En pocas palabras, el informe de Ryan sobre la pobreza, igual que su famoso plan de presupuesto, es una estafa.
Ahora bien, todavía se puede argumentar que hacer mucho más generosos los programas contra la pobreza en verdad reduciría el incentivo para trabajar. Si se observan comparaciones entre países, se encontrará que los hogares con bajos ingresos de los Estados Unidos trabajan mucho más que sus contrapartes en el exterior. Entonces, sí, los incentivos tienen algún efecto sobre el esfuerzo laboral.
No obstante, ¿por qué debe existir tal preocupación? Ryan nos haría creer que la “hamaca” creada por la red de seguridad social es la razón por la que muchos estadounidenses siguen atrapados por la pobreza, pero la evidencia no dice nada que se parezca a eso.
Después de todo, si la ayuda generosa a los pobres perpetúa la pobreza, Estados Unidos –que trata a sus pobres de manera mucho más austera que otros países ricos y los induce a trabajar más horas– debería ser el líder de Occidente en cuanto a movilidad social, en la fracción de aquellos que nacen pobres y que trabajan para ascender en la escala. El hecho es que sucede lo exactamente opuesto.
Y no hay misterio en cuanto a las razones: es difícil para los jóvenes surgir cuando sufren de mala nutrición, inadecuada atención médica y falta de acceso a buena educación. Los programas antipobreza que tenemos en realidad hacen mucho para ayudar a la gente a surgir. Por ejemplo, los estadounidenses que tuvieron acceso temprano a los cupones para alimentos eran más saludables y productivos más adelante en la vida que aquellos que no lo tuvieron. Pero no hacemos lo suficiente dentro de estos lineamientos. La razón por la que muchos estadounidenses siguen atrapados en la pobreza no es porque el Gobierno les ayuda demasiado, sino porque les ayuda muy poco.
Esto nos lleva de vuelta al asunto de la hipocresía. Es, en cierta forma, agradable ver a gente como Ryan, al menos, hablar acerca de la necesidad de ayudar a los pobres. Pero, de algún modo, su idea de ayudar a los pobres involucra recortar beneficios al tiempo que se bajan los impuestos a los ricos. Es rara la forma en que eso trabaja.
Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía del 2008.