Seguramente habrán oído del escándalo en el Departamento de Asuntos de los Veteranos de los Estados Unidos. Un buen número de veteranos esperaba, durante mucho tiempo, para recibir atención, hubo quienes murieron antes de que los viera un médico y algunos de los empleados de la institución falsificaron expedientes con el fin de cubrir la dimensión del problema. Es un escándalo real; algunas cabezas ya rodaron, pero es seguro que queda mucho por limpiar.
Pero los tejemanejes en Asuntos de los Veteranos no deben hacer que perdamos de vista un escándalo mucho más grande: las casi surrealistas ineficiencias e injusticias en el sistema estadounidense de atención médica como un todo. Y es importante entender que al escándalo en Asuntos de los Veteranos, si bien es real, se le está dando un despliegue desproporcionado por parte de personas cuyo objetivo verdadero es bloquear la reforma al sistema mayor.
El hecho esencial e innegable respecto a la atención médica estadounidense es lo increíblemente cara que resulta –dos veces el costo per cápita en el sistema francés, dos y media veces más cara que en el sistema británico–. Uno esperaría que con todo ese dinero se obtengan grandes resultados, pero la verdad es que Estados Unidos se ubica en una posición muy baja en las medidas básicas de desempeño: tenemos baja expectativa de vida, alta mortalidad infantil y, pese a todo ese gasto, la gente no recibe atención médica cuando la necesita. Lo que es más, parece que los estadounidenses están cayendo en la cuenta de que reciben un mal trato: las encuestas muestran un porcentaje mucho más pequeño de la población que está satisfecha con el sistema de salud en Estados Unidos que en otros países.
Y, en Estados Unidos, los costos de la atención médica, a menudo, causan angustia financiera en un grado que no se presenta en cualquier otra nación desarrollada.
¿Cuáles son el cómo y el porqué de que la atención médica en los Estados Unidos tenga tan mal desempeño? Se han llevado a cabo muchos estudios al respecto y se han identificado factores, que van desde altos costos administrativos hasta altos precios de los medicamentos y exceso de exámenes. Los detalles son bastante complicados, pero si uno tuviera que identificar un tema común que justifique el mal rendimiento de los Estados Unidos, encontraría que sufrimos de un exceso de medicina, que solo busca ganar dinero. Aseguradoras con fines de lucro generan vastas cantidades de caro papeleo en la búsqueda permanente de formas para denegar pagos; hospitales y proveedores de servicios con fines de lucro hacen esfuerzos por obtener más ingresos, dentro de los que se incluye alto gasto en procedimientos de dudosa eficacia médica; compañías farmacéuticas, que gastan más en publicidad y mercadeo que en investigación, promueven el alto costo de los medicamentos.
Otros países avanzados no sufren de problemas comparables porque la ganancia privada no tiene tanta importancia. Fuera de los Estados Unidos, el Gobierno, por lo general, provee seguro médico en forma directa o se asegura de que esté disponible por parte de aseguradoras estrictamente reguladas y sin fines de lucro; a menudo, muchos hospitales son propiedad pública y muchos doctores son empleados públicos.
Como se puede colegir, a los conservadores no les gusta la observación de que la atención médica estadounidense tiene peor rendimiento que en los sistemas de otros países, porque depende demasiado del sector privado y está motivada por ganancias. Por esa razón, cuando alguien hace notar lo obvio, hay un coro de voces que lo niegan, que intenta afirmar que Estados Unidos también ofrece mejor atención. Resulta que tales afirmaciones invariablemente acaban dependiendo de argumentos “zombi”; es decir, argumentaciones que han resultado erróneas, que deberían estar muertas, pero que siguen arrastrando los pies, porque sirven a un propósito político.
Esto nos lleva al caso de los veteranos. El sistema que administra Asuntos de los Veteranos no es similar al resto de la atención médica estadounidense. Es, se podría decir, una isla de medicina socializada, una versión en miniatura del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña, en un mar privatizado. Y, antes de que el alboroto estallara, todo indicaba que funcionaba muy bien, que proveía atención de alta calidad a bajo costo.
No sorprende, entonces, que los derechistas se hayan aprovechado del escándalo y lo vean como –para citar al Dr. Ben Carson, una naciente estrella conservadora– “un regalo de Dios”.
Así las cosas, esto es lo que uno necesita saber: todavía es cierto que Asuntos de los Veteranos provee excelente atención, a bajo costo. Las listas de espera se producen, en parte, por el alto número de veteranos que quieren atención, pero el Congreso no ha dado ni lineamientos claros sobre quién tiene derecho a la cobertura ni suficientes recursos para cubrir a todos los solicitantes.
Y, sí, algunos funcionarios parecen haber respondido a incentivos para reducir las listas de espera mediante la falsificación de datos.
Aun así, en promedio, no parece que los veteranos esperen más tiempo para recibir atención que otros estadounidenses. ¿Y duda alguien que muchos estadounidenses han muerto mientras esperan la aprobación de aseguradores privados?
Un escándalo es un escándalo y los delitos se tienen que castigar, pero hay que cuidarse de la gente que está usando la confusión en la atención a los veteranos para descarrilar la reforma en salud.
Y el asunto estriba en que la reforma en salud está funcionando. Demasiados estadounidenses todavía carecen de un buen seguro y, por lo tanto, de acceso a la atención médica y de protección por los altos costos médicos, pero no tantos como el año pasado y las cifras deben ser aún mejores el año próximo. Los costos en salud todavía son demasiado altos, pero su crecimiento ha disminuido de manera espectacular.
Vamos en la dirección correcta y no debemos dejar que los zombis obstaculicen el camino.
Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía del 2008.