Para ser un republicano moderno con todas las de la ley, uno tiene que creer –o pretender que cree– en dos curas milagrosas para cualquier cosa que afecte a la economía: más reducciones de impuestos para los ricos y más perforaciones para extraer petróleo. Y con los precios de los combustibles en alza, también sucede lo mismo con el estribillo de “Perfora, hombre, perfora”. Más y más, los republicanos nos dicen que la gasolina sería barata y los empleos abundantes con solo que dejáramos de proteger el ambiente y permitiéramos a las compañías petroleras hacer lo que quieran.
De esta manera, Mitt Romney afirma que los precios de la gasolina están altos no por las bravuconadas en Irán sino porque el presidente Obama no permite la perforación petrolera irrestricta en el golfo de México y en el Refugio Nacional Ártico de Vida Silvestre. Mientras, Stephen Moore del The Wall Street Journal dice a los lectores que Estados Unidos como un todo tendrá un gran auge en el empleo, igual que sucede con Dakota del Norte, si tan solo los ambientalistas dejaran de estorbar.
Lo irónico en esto es que estas afirmaciones vienen justo cuando los acontecimientos están confirmando lo que todos que hubieran hecho cálculos ya sabían: que la política energética de los Estados Unidos tiene poco efecto sobre los precios del petróleo o sobre el empleo general del país. Porque la verdad es que ya tenemos un auge en los hidrocarburos, dado que la producción estadounidense de gas y petróleo va en aumento mientras disminuyen las importaciones de combustibles. Si en verdad hubiera algo de verdad en la urgencia de perforar aquí y ahora, este auge ya debería haber generado precios más bajos en la gasolina y muchísimos empleos nuevos. Predeciblemente, sin embargo, no ha logrado ninguna de esas dos cosas.
¿A qué se debe el auge en los hidrocarburos? Todo tiene que ver con la fractura de rocas. La combinación de perforación horizontal y la fractura hidráulica de rocas sedimentarias ha abierto para la producción grandes reservas de petróleo y gas natural. Como resultado, la producción petrolera estadounidense ha aumentado considerablemente durante los últimos tres años, revirtiendo una declinación de décadas, mientras que la producción de gas se ha disparado.
Dada esta expansión, es difícil alegar que la regulación excesiva ha lesionado la producción de energía. En realidad, informaciones en The Times dejan en claro que la política estadounidenses ha sido muy negligente, que se ha bajado el tono y se han pasado por alto los costos ambientales de fracturar las rocas. Pero, de cierta forma, de eso se trata. La realidad es que, lejos de que los ecologistas la maneen, a la industria petrolera le han dado mucha rienda suelta para ampliar la producción local de petróleo y gas, sin que el ambiente importe.
Aunque parezca extraño, sin embargo, mientras que los precios del gas natural han bajado, la creciente producción petrolera y la marcada disminución en la dependencia en las importaciones no ha evitado que los precios de la gasolina suban hacia los $4 por galón. Tampoco ha logrado el auge petrolero dar impulso notable a una recuperación de la economía que, pese a mejores noticias recientes, ha sido muy decepcionante en cuanto a los empleos.
Como dije, esto era totalmente predecible.
Primero que nada tenemos los precios del petróleo. A diferencia del gas natural, que resulta muy caro transportar a largas distancias, el petróleo se comercia en un mercado mundial y los grandes acontecimientos que mueven los precios en ese mercado por lo general tienen poco que ver con los acontecimientos en los Estados Unidos. Los precios del petróleo están altos debido a la demanda creciente de China y otras economías emergentes y más recientemente a temores de guerra en Oriente Medio. Estas fuerzas superan con facilidad cualquier presión hacia abajo en los precios que pueda resultar de la producción creciente en los Estados Unidos. Y lo mismo sucedería si los republicanos se salen con la suya y se deja a las compañías petroleras en libertad de perforar a placer en el golfo de México y hacer huecos en la tundra: el efecto en los precios de las gasolineras sería insignificante.
Mientras tanto, ¿qué hay de los empleos? Tengo que admitir que me puse a reír cuando vi al The Wall Street Journal ofreciendo a Dakota del Norte como ejemplo. Sí, el auge petrolero en ese estado ha disminuido el desempleo hasta el 3,2%, pero eso fue posible solamente debido a que el estado como un todo tiene menos residentes que el área metropolitana de Albany; es decir, son tan pocos residentes que agregar unos cuantos miles de empleos en el sector de extracción del estado es una gran cosa. El auge de fractura en Pennsylvania, que es de un tamaño comparable, difícilmente ha tenido efecto en la imagen general de empleo en ese estado porque, al final de cuentas, no hay tantos empleos involucrados.
Y esto nos dice que dar a las compañías petroleras carta blanca no es un programa serio para generar empleo. Pongámoslo en esta perspectiva: el empleo en extracción de petróleo y gas ha aumentado en más del 50% desde mediados de la década anterior, pero eso representa solamente 70.000 empleos, aproximadamente una vigésima parte del 1% del total del empleo estadounidense. Por eso la idea de que la mano libre para perforar pueda curar nuestro déficit en empleos es en lo esencial una broma.
Entonces, ¿por qué hacen los republicanos creer otra cosa? La respuesta en parte es que el partido está recompensando a sus benefactores: la industria de petróleo y gas no crea muchos empleos, pero sí gasta mucho dinero en cabildeo y contribuciones para la campaña.
El resto de la respuesta es sencillamente el hecho de que los conservadores no tienen otras ideas que ofrecer respecto a la creación de empleo.
Y la bancarrota intelectual, siento decirlo, es un problema que ninguna cantidad de perforación y fractura va a resolver. Traducción de Gerardo Chaves para La Nación
Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.