El modelo de gestión de las administraciones tributarias modernas sugiere la estructuración de unidades de atención de contribuyentes con parámetros o indicadores tales como el volumen de ventas, activos o impuestos recaudados y propios, que sirven para clasificar a los contribuyentes en grupos de grandes contribuyentes (nacionales), grandes empresas territoriales (distribuidas en varias administraciones regionales) y el resto de los contribuyentes.
El primer aspecto funcional que es mejorable al respecto de la gestión de los dos grandes grupos, es la frecuencia de revisión de cumplimiento de los criterios de clasificación, que se mantienen pétreos en nuestra Administración Tributaria, lo cual genera inamovilidad de algunos contribuyentes clasificados y hasta planificados para labores intensivas de fiscalización, pese a una baja significativa en su actividad empresarial, incluidas empresas cerradas.
Por otra parte, las presiones fiscales indirectas de cumplimiento son crecientes en estos dos grupos, con la contradicción de que, siendo efectivamente grandes contribuyentes, se presume que son los grandes focos de defraudación, cuando en realidad, en una gestión de riesgo tributario sensata, muchos de los aspectos de control son automatizados y requieren de mínimos esfuerzos intensivos y de una mayor concentración analítica y estratégica para analizar las posibles distracciones de bases imponibles, sean mediante el uso de regímenes especiales o la traslación de rentas de una jurisdicción a otras.
Estos contribuyentes están en un sector de la economía en el que el costo de cumplir es tan alto que implica, en el caso costarricense, dos puntos del PIB.
Pese a lo anterior, hay un grupo amplio de agentes económicos que ni siquiera cumplen la condición de contribuyentes, sean agentes económicos omisos o porque caen en el grupo de “los demás contribuyentes”, y pasan desapercibidos a controles intensivos y extensivos, y se gestionan con menos recursos e inteligencia tributaria.
La pirámide de gestión de riesgo está invertida, en particular con la amplia grieta del sistema costarricense de régimen simplificado, donde se cobijan como contribuyentes –más bien donantes voluntarios y tacaños– grandes emprendimientos segmentados.