Todos hemos tenido la experiencia de posponer asuntos importantes hasta que hacen crisis. Se les denomina “asuntos pescado” porque los tenemos por ahí ocultos en la mesa de trabajo, hasta que un día, figurativamente, nos llaman la atención por el olor que despiden. Algunas personas tienden a posponer muchos asuntos. Son los procrastinadores, actitud que no es simplemente un problema de manejo del tiempo sino que tiene resortes más profundos.
Para todos, esta recomendación, procedente de un curso en línea de creatividad, comunicación y cambio ofrecido por Pennsylvania State University en el sitio Coursera.com .
Inventario. Haga una lista de esos asuntos que son importantes, que tiene pendientes, que han estado estacionados en la lista de “cosas por hacer” y que si no se hace nada, seguirán ahí. Escoja uno. De poco sirve escoger cinco. Escoger uno implica darle importancia; facilita concentrar la atención en él; es más fácil abrirle campo en la agenda; y permite dedicarle energía focalizada.
Estime el tiempo que va a tomar resolver ese asunto. No importa si se trata de dos horas o de treinta. Sea realista, no espere milagros. Presupueste su nivel de eficiencia más probable y no el más deseable. Haga un estimado razonable de cuánto tiempo podrá dedicar cada día o cada dos días.
La frecuencia crea hábito. Pero antes de ubicar ese tiempo en su agenda, haga el compromiso de que ese tiempo asignado será respetado contra viento y marea. Nada ni nadie hará que usted lo cambie. Notifique a su jefe, a su cónyuge, a sus colaboradores, que en esas horas usted no existe.
Día 1. El primer día del compromiso es vital. Ponga todas las alarmas y notificaciones que le impidan olvidar la fecha y hora. Dedique el tiempo.
Y aquí viene algo muy novedoso: escriba lo que va sintiendo en todos los pasos de este proceso, ¿entusiasmo, esperanza, temor, vergüenza, ira, culpa? Escriba lo que va aprendiendo sobre usted y su manera de accionar.
No vamos a decir qué ocurrirá. Compruébelo usted.